Naufrago
Por un momento me imaginé que era un náufrago, esto no era por un sueño durmiendo, sino por la influencia de lo que estoy leyendo.
Por un lado, algo muy difícil de leer, porque está escrito con el estilo literario de 1500 y escrito por alguien que era un militar, de esos que vinieron a conquistar America y que sufrió mil naufragios y peripecias en Norteamérica, desde la Florida hasta California, transitando por el norte de México, que después fue de propiedad de Estados Unidos. El libro se intitula: Naufragios y Comentarios – escrito por Álvar Núñez Cabeza de Vaca – Editado en Buenos Aires el 2014, pero que corresponde a relatos desde el 17 de junio del año 1527. Escrito con el español de esa época, muy distinto a lo que hablamos hoy, incluso en la península.
El otro libro que estoy leyendo, se titula: La Cruz del Sur y fue escrito por Fernando Ortiz Sanz – Editado por Edición Artes Gráficas E. Burillo Ltda. En la ciudad de La Paz – Bolivia, en diciembre de 1969. También es un libro que relata en sus primeras hojas una travesía desde España al sur de America del sur y que también termina en un naufragio a la altura de la desembocadura del Amazonas en las costas del Brasil.
Al pensar lo mucho que sufrieron esos nuestros antepasados, que después del descubrimiento de América, por parte de Cristóbal Colon, se arriesgaron viajar por estos lares, unos porque eran enviados por las autoridades de España, otros en busca de aventura y sobre todo riquezas. Otros, en su mayoría sefardíes, que venían escapando de las atrocidades inventadas por un cura cuyo nombre lo describe como inhumano: Torquemada que, en su odio personal, logró convencer al clero y a las autoridades españolas para matar y ahuyentar a los judíos, primero de España, después del saldo del mundo, con la aquiescencia de la curia romana y el permiso expreso del papa.
Este último grupo de aventureros, mejor dicho, prófugos, partían en compañía de sus mujeres e hijos y su afán no era llegar al “Dorado”, al “Gran Paitití” o incluso al “Potosí”, no ellos venían en busca de paz, de tranquilidad, ellos querían seguir viviendo y seguir adorando a Dios y cumpliendo sus costumbres ancestrales, trasmitidas de unos a otros por la tradición oral y la lectura de sus libros religiosos.
Esa gente, mimetizada en el catolicismo, disimulando sus nombres verdaderos, por el temor a ser descubiertos como judíos y sufrir los daños que propinaba la religión católica. Esos hombres a los que se denominaban como “Marranos”; a mi criterio fueron los que influyeron de gran manera en dar las características que tuvieron y que por suerte todavía tienen las gentes del oriente bolivianos.
Gente que buscaba la paz, la tranquilidad, el amor familiar y la comprensión fraternal, que lo que querían era trabajar para tener un buen sustento y que trataron a los aborígenes con respeto que, si bien se sirvieron de ellos, nunca les negaron que ellos también puedan progresar y los colaboraron dándoles la educación que, sin lugar a dudas, es lo que, diferencia de los aborígenes del saldo de América.
No soy historiador, ni antropólogo, pero me gusta observar a las personas, he tenido vivencias muy fuertes de haber vivido en dos regiones diferentes y de haber compartido con mucho respeto con los aborígenes de occidente. He jugado con ellos, he comido con ellos y he adquirido la educación e instrucción del principio de mi vida con esas personas, se muchas palabras en su idioma y de verlos puedo captar su carisma, aunque es difícil saber lo que piensan y lo que sienten, porque son impersonales, abstractos, introvertidos.
Hace más de cincuenta años que vivo en el oriente, me he profesionalizado en este pueblo y he compartido mucho con la gente del campo y principalmente con los descendientes de los aborígenes, originarios y puedo decir que son totalmente diferentes, son expresivos, espontáneos y sobre todo extrovertidos. Eso lo heredaron de sus ancestros, pero tienen una gran influencia de esos primeros españoles y otros extranjeros que les transmitieron sobre todo el afán de progresar, sin dañar el entorno físico y humano.
Miguel Aramayo
SCZ.06-10-2017