Proverbios árabes
No supe si estaba despierto o estaba soñando, porque por mi forma de ser puedo soñar en dormido o despierto y eso no es nuevo, ese es mi estado constante, por eso vivo feliz, tan feliz, unas veces más que otras. La tristeza
en mi dura un tris, un soplo, que una brizna de viento se la lleva ni bien aparece. Algunas veces me da la impresión de que estoy meditando, pero en realidad estoy soñando. Creo mis personajes y la trama de cada ensoñación y estoy seguro de lo que me sucede
es una realidad.
En uno de esos mis estados de ensoñación me encontré con Sherezade y nos pusimos a caminar como si estuviéramos en la época en que se compuso el libro de “Las mil y una noche”. Incluso me vi vestido como si fuera un “Emir”
y la vi a ella con una indumentaria similar, pero fuera del “aren” y caminando a mi lado por las nubes, que en ese momento semejaban ser una mullida alfombra.
Mientras caminábamos y yo hablaba mucho, Sherezade me dijo:
−Amigo del árbol del silencio depende el fruto de la seguridad.
Debes tener en cuenta que −El hombre no puede saltar fuera de su propia sombra.
Y debes tener la plena seguridad de que −El suspiro de una mujer se oye desde más lejos que el rugido de un león.
Quedé pensativo, callado y meditabundo, porque lo que me dijo tenía tanto sentido, que a su vez repetí para mí en voz baja: −El que convive con una tribu por más de cuarenta días ya es parte de ella.
Además, pensé −Al lado de la dificultad está la felicidad. Y por un buen
comportamiento −Hay una recompensa por la bondad que demuestra cada vida sea humana o animal.
Sherezade me miró asombrada al escuchar mis razonamientos y me dijo: −Adécuate a los tiempos que corren porque, si no, los tiempos te dejarán fuera de ellos.
Y complemento con la siguiente frase: −Una sola mano no puede aplaudir.
Y antes de volver a callar se expresó de la siguiente manera: −No menosprecies la fuerza de los sentimientos: un día de amor mueve los cimientos construidos durante cien años.
Antes de responder pensé con mucha calma y dije: −Lo pasado ha huido, lo que esperas está ausente, pero el presente es tuyo.
Y complementando expresé: −La mano que da está por encima de la que recibe.
Andes de volver a callarme añadí: −La crueldad es la fuerza de los cobardes.
Creo que con mis palabras logré asombrarla y pensé que se quedaría callada, pero me dijo: −Cuatro cosas hay que nunca más vuelven: una bala disparada, una palabra dicha, un tiempo pasado, y una ocasión desaprovechada.
Se calló por un momento y habló: −Las cosas no valen por el tiempo que duran, sino por la huella que nos dejan.
Y continuó con: −Luego de que has soltado la palabra, esta te domina. Pero mientras no has soltado, eres su dominador.
Ese encuentro con Sherezade y el tiempo que estuvimos intercambiando profundos pensamientos me dejaron embelesado y me animé a decir −Todas las noches… ¿cómo es que algo tan oscuro puede tener partes que brillen?
Me respondió −Sólo una luz fuerte y brillante te mostrará la realidad tal cual es. Piensa que −Si tiene solución, ¿Por qué te preocupas? Y si no tiene, ¿Por qué te preocupas?
Miguel Aramayo
SCZ.17-12-2021
Todo lo expresado como palabras de Sherezade, o palabras mías son nada más que proverbios árabes muy populares en esa cultura. Están escritas en
cursiva y negrita, para diferenciarlas.