Que bella mujer
Corrían fines de los 60 o quizás principios de los 70, Luis era un muchacho enamorado del amor, con muy buena perspectivas de crecimiento por lo soñador y cumplidor de sus objetivos y muy dedicado a no fallar con sus obligaciones, pero un día se le atravesó una muchacha, con tan bella figura que hasta los menos entusiastas por el sexo opuesto se volcaban a mirarla, y cuando eran las mujeres las que la observaban, la miraban con envidia, porque Dios le había dado tanto a ella, dejando a otras sin esos portentos que la adornaban. Margarita, que así se llamaba, era sobre todo una muchacha con una gran humildad, pese que ella también podía percibir su belleza y observar que a su paso por cualquier lugar, incluso por la iglesia, despertaba tanto alboroto que no sólo eran las miradas las que la admiraban, también escuchaba expresiones de asombro entre hombres y mujeres y muchos piropos, piropos que no alcanzaban a mencionar todo lo que realmente expresaba su figura.
Luis que la vio por primera vez un día viernes, cuando el sol se perdía en el ocaso y, como era agosto se mostraba con visos rojos por el humo que inundaba el ambiente y filtraba sus rayos aumentando el atardecer de esa tarde oriental. Era un día soleado y por la hora y la falta de viento el bochorno era sofocante, ella estaba como siempre muy bien arregladita con su estilo juvenil, sentada en un banco de la plaza, al frente de la Catedral. Llevaba una blusa muy cortita que dejaba apreciar su talle esbelto y que delineaba su cintura de manera que resalga el ombligo, adornado únicamente por la sobra que producía su propia profundidad y el brillo de la transpiración que al mismo tiempo dejaba un aroma pulcro en torno a su paso. Sus cabellos eran castaños claros y caían en su espalda con una suavidad que aparentemente flotaban en el espacio sin ni siquiera acariciar su espalda, en su caída formaba hondas que de la misma manera daban un aspecto indescriptible. Su cara estaba adornada con varias joyas, una era su boca de un color carmesí, tan intenso que contrastaba con la blancura trigueña de su piel. El carmín de sus pómulos, sobre los que brillaban unos ojos color miel que hacían juego con el color de su pelo y se destacaban más por la belleza de sus pestañas crespas y cejas delineadas naturalmente. Porque en toda ella no había ni rastros de maquillaje, ¡lo bello que mostraba era todo de ella!, de sus orejas que eran como dibujadas no colgaban aros, pero las chispitas de brillante que llevaba engarzados resaltaban su belleza, la nariz era otra joya que completaba ese rostro bello.
Todo su cuerpo era hermoso, aunque parte de él estaba escondido en una falda que no estaba pegada a su piel, pero que con su caminar mostraba algunos de sus atributos, las corvas eran un ensueño que descansaban en unas pantorrillas tan bien torneadas que era increíble que pueda pertenecer a una persona. Su piel era de la misma tonalidad blanca, pero con el tinte que sólo el sol puede brindar a una piel tan bien cuidada, los bellos de sus brazos eran casi imperceptibles pero también eran un adorno, que comenzando en unas manos que movía armoniosamente, terminaba en unos hombros perfectamente alineados con balancear de sus caderas y el ritmo que imponía sus pasos, pasos que eran realizados como un ballet, por unos pies que calzados con unas sandalias, que sólo protegían la planta del pie y se sujetaban un poco en el empeine y otro poco en los tobillos de una finura estilizada, dejaban apreciar sus dedos que de verlos daban la impresión que destilaban música y cuando caminaba su figura no sólo que desparramaba un aroma increíblemente fresco, sino que el rose de sus ropas y el peso de su cuerpo con su paso acompasado y gracioso, daba la impresión que dejaban una brisa musical, como la que se siente cuando el viento mese una palmera de gran follaje.
Como impactaría toda esa procesión en los sentidos de Luis, que no sólo escurría la incredulidad de su boca, (babas) también sus ojos mostraban una humedad en exceso, que daba la impresión que en cualquier momento se desparramaban en lagrimas y de lo que si estoy seguro es que su frente, sus mejillas su mentón y lo que se veía de su cuello estaba perlado de sudor, pero sin embargo el estaba frío de ver tanta belleza. Siguió a Margarita hasta que la muchacha se perdió en el horizonte, que a medida que absorbía su figura se asomaba de mayor intensidad de luz roja que desparramaba el sol, que estaba a punto de morir para dar paso a la luna, que también se deja vislumbrar al otro extremo del horizonte y como queriendo acompañar tanta belleza adornada por un lucero casi imperceptible por la claridad del atardecer que no se decidía a ser noche.
Esa primer visión que tuvo Luis de Margarita lo dejó tan impactado que por un tiempo largo dejó de pertenecer a este planeta, lo único que pensaba era poderla ver otra vez y por lo tanto se atormentó de tal manera, hasta que llegó a descubrir cual era su transitar diario y a esa horas hacia lo indecible para poder estar en torno a ese lugar para observarla, primero lo único que quería era eso, llenar sus sentidos con esa aparición, que además de satisfacer sus ensueños, calmaba sus emociones, pero día que pasaba sus ansias crecían y su pobre cerebro se iba desgastando, disminuyó su comida, aumentó su ansiedad, disminuyeron sus horas de descanso, abandonó la lectura, abandonó parcialmente sus estudios, porque cuando debería estar pensando en estadísticas, mercadotecnia, economía política, o simplemente en contabilidad, el estaba con la mente en otro lado y hasta su olfato buscaba el aire en otro lugar, que no era donde él se encontraba presente.
Esa obsesión fue creciendo, pero como todavía mantenía la cordura de su responsabilidad como trabajador parcial y estudiante a tiempo completo, complacía su impaciencia esperando el paso de Margarita a la hora que el sabía que pasaría. Durante ese tiempo hasta el aire que respiraba se convertía en alimento para su cuerpo y para su espíritu y dejaba que su responsabilidad haga el saldo para mantenerse cumpliendo sus obligaciones, pero estaba perdiendo control por su mente, eso lo llegó a preocupar y buscó alivio en la iglesia, después de ver el raudo paso de Margarita se arrodillaba en la iglesia más próxima, rezaba por él, rezaba por Margarita y pedía a Dios que le brinde la oportunidad de conocerla, que alguien se la presente, o se produzca esa casualidad que el requería para abordarla, pero el tiempo pasaba y no había más que contentarse con esa visión crepuscular que tarde tras tarde iba sucediendo.
Después de algunos meses de ese incasable afán de verla, se decidió seguirla, era muy próximo a fin de año y por lo tanto los días eran más largos y el calor más intenso, decidió seguirla y así lo hizo. A una larga distancia acompañó el andar cadencioso, hasta que esa bella figura desapareció, ingresando por una puerta de una casa que no se veía desde afuera, porque era un muro que rodeaba toda una manzana, era en un barrio conocido y por el aspecto era de propiedad de gente de cierto nivel económico y social, llegó a la puerta y no pudo ver nada, la misma tenía un portero electrónico, un ojo visor desde el interior y en la parte superior, junto a la iluminación una cámara, que con seguridad permitía desde el interior ver a quien llame al portero electrónico. Quedó defraudado y retornó a la universidad y desde luego llegó tarde a su clase de historia económica o de economía monetaria, por suerte esos temas no le atraía y pudo dejar su mente divagando en el sin fin del universo, pensando en Margarita y reviviendo cada uno de sus movimientos, respirando cada una de sus fragancias, fragancias percibidas en sus largas horas de espera y conjeturando la forma de cómo abordarla.
Pasaron unas semanas más, en las que ya no sólo se contentaba con la espera, sino que la seguía, con la esperanza de poder encontrar el momento para acercarse. Pasó el tiempo y le llegó a Luis el desaliento, hasta que un día decidió llegar hasta la puerta de la casa de Margarita. Encontró que ésta estaba entornada y sin el pistillo, ingresó pensando en el pretexto que pondría en caso de ser observado, pero su suerte no había ni un sólo perro, el espacio de jardín era tan grande y adornado, que detrás de los arbustos y los macizos de bellas plantas él podía esconderse, hizo eso aproximándose a la casa y vio que existía otra construcción muy finamente decorada, pero que presentaba el aspecto de ser un vivero, o una piscina cerrada, llegó hasta allá y vio que era toda de vidrio templado y polarizado, que reflejaba el sol que en ese momento era muy poco, pero que no dejaba ver el interior, por una rendija pudo apreciar que se trataba de una piscina, finamente decorada, con la tonalidad de agua que mostraba que era muy cuidada y que desde afuera se podía apreciar, que no sólo despedía el clásico olor a cloro y limpieza sino a flores de los adornos que tenia en su contorno.
Luis quedó absorto con este espectáculo, pero estuvo suspendido en el aire cuando vio a Margarita que estaba en su interior, como pudo buscó una mejor ubicación y logró mantenerse desapercibido, para poder observar todo. Sus sentidos se agudizaron mucho más, podía sentir la respiración de Margarita, podía oler la fragancia que despedía su cuerpo y sin exagerar hasta pudo saborear esos aroma, como si se tratara de un vino, el tacto en todo su cuerpo era tan sensible que hasta sentía que las burbujas del agua que salía de los espacios de la piscina que permiten su filtración, lo hacían vibrar, su corazón parecía que había dejado de palpitar, su respiración estaba tan disimulada, que a momentos pensaba que perdería el sentido, pero al contrario el sentido se le agudizó, lo que tenia delante de él era una visión divina y no quería perderse ni un sólo sonido de esa sinfonía, ningún movimiento de ese valet.
Y como dice una poesía “ni nardos, ni caracolas tienen el cutis tan fino”, Margarita comenzó a quitarse la ropa, con una precisión tan clara, que cada prenda que caía al suelo producía un retumbe tan profundo y tan ensordecedor para los oídos del pobre Luis, que a medida que esto sucedía él empalidecía más y su cuerpo ya ni siquiera transpiraba. Todo lo que veía y sentía, lo sentía ya no con sus sentidos, sino con el alma. Primero fueron las prendas de afuera, la blusa, las sandalias, la falda de un color violeta con un estampado de flores, el sostén, la enagua muy finita y bellamente bordada, y la bombacha, ¡inexplicable…!¡sensual!… ¡Profundamente sensual!. En ese punto, Luis pensó que se moría, pero no fue así, porque requería estar más vivo que siempre, ¡más atento que siempre!… No tenia aliento, ni para respirar y todo su concentración era poca para tanta felicidad, ¡tanta belleza!, ¡tanta sensualidad!
Margarita totalmente desnuda, se la veía y se la presentía, como una diosa griega que salida del Olimpo e ingresaba en la piscina, las partes de su cuerpo que antes no pudo apreciar y que en sus noches de desvelo tan sólo presentía, se presentaban ante él, como si fueran de mármol o algo mas fino, los pechos firmes, de alabastro, tan bien formados, que las aureola de los pezones parecían etéreas y que concluían en un pedacito de rubí, o alguna otra gema, algo pálidos, pero indescriptibles. El ombligo era un adorno que nadie puede imaginarse y lo que antes el había visto como una sombra, ahora le parecía que estaba formado por una esmeralda, y el bello sobre el monte Venus estaba tan finamente acomodado, que aparentaba ser una figura finamente esculpida en una estatua de Venus, ¡era una melodía!…, las nalgas dejaban ver una sonrisa muy cerca de la cintura, ¡tenia hoyuelos!, eran un primor, primor que descansaban en unos muslos torneados y largos que reposaban en unas rodillas, que hasta el sólo nombrarlas así eran una ofensa.
Lo que más impactaba en esa visión sobrenatural, era que las manos de Margarita podían pasar húmedas por cada una de las partes descritas de ese cuerpo divino. Luis sentía ese roce y se erizaba como si fueran hondas eléctricas las que atravesaban su cuerpo y su espíritu, sin piedad, sin compasión. El tiempo transcurrió, hasta que Margarita salió del agua a prender las luces porque ya no había claridad y la única iluminación era la que provenía del interior de la piscina, después de esto siguió nadando, algunas veces estilo libre, otras veces mariposa, pero lo que más aterraba a Luis era cuando nadaba de espaldas. No supo cuanto tiempo transcurrió, pero vio salir a Margarita del agua y ponerse una toalla de baño que cubrió su fina y esbelta figura, después de eso apagó la luz y salió de la piscina para trasladarse a la casa, en ese momento Luis respiró y tomó conciencia de lo que le había sucedido y el riesgo que corría de estar allá, muy sigilosamente emprendió la retirada y como no quiso pasar por la puerta de entrada, escaló la barda y cual un ladrón emprendió el viaje a su casa, recién cuando llegó a ella constato en su reloj que eran las 23:15. Había perdido sus clases en la universidad, pero nada tenia tanto valor como lo que le había sucedido.
Se hizo el firme propósito de que al día siguiente la esperaría con anticipación para poder conversar con ella y presentarse para mostrar su interés, rogando que el mismo sentimiento que el albergaba, pudiera ser parte de ella hacia él, pero nunca llegó y él quedó triste, pero no conforme con eso se dirigió a su casa con intenciones de tocar el portero automático y presentarse, pero al llegar se dio cuenta que era noche buena y que él debía estar en su casa para no afligir a sus familiares, partió a su casa con la esperanza de poder verla al día siguiente, pero al día siguiente Margarita y toda su familia viajaron de vacaciones al extranjero. Luis tuvo que soportar esa ausencia. Pasó un mes y notó movimiento en la casa pero ya no vio a Margarita, ella se quedó en el exterior a continuar sus estudios universitarios y el pobre Luis tuvo que soportar un año viviendo de recuerdos y sobre todo del último recuerdo. Cuando tocó que Margarita regrese, a Luis, de su empleo lo enviaron para hacer un curso en el exterior y no pudo rechazar, quedando apenado y triste hasta el próximo año, que tampoco pudo ver a Margarita, porque esta vez fue ella la que no retornó, su familia viajó de vacaciones al exterior a otro lugar diferente al que estudiaba y se quedó con ellos hasta concluida su vacación de la universidad.
En ese ínterin Luis conoció a una compañera de universidad que supo seducirlo y él con el recuerdo de Margarita pensó engañar a su compañera y pasarla bien, pero todo resultó como ella quería y un buen día llegó con la noticia de que estaba embarazada, gran sorpresa para Luis y sobre todo para la madre de Luis que influyó para que su hijo cumpla su obligación y se case antes del nacimiento del nieto, así fue, se realizó el matrimonio, nació el hijo y pasó él tiempo, que todo lo distorsiona y modifica, Luis no se olvidó de Margarita, pero asumió la responsabilidad con su mujer y su hija que por esas extrañas coincidencias de la vida tenia un parecido extraordinario con Margarita.
Pasó el tiempo y un día su mujer le anunció que una prima hermana que vive en el exterior llegaría a visitarlos, ese día Luis retornó a su casa más temprano que de costumbre para poder ayudar y quedó jugando con su hija que ya tenía cuatro años y el segundo que ya tenía dos, un hombrecito que era su retrato, Luis estaba contando cuentos a sus hijos sentado muy cómodamente en el sofá y su mujer le dijo, “llegó mi prima”, vamos a recibirla, salieron los cuatro y la gran sorpresa de Luis, era Margarita, su secreto amor, seguía tan bella como cuando la vio en la piscina, pero ya era una señora, ella también tenía tres hijos y un apuesto esposo que por extraña coincidencia se parecía a Luis, pasaron una linda velada y al despedirse Luis sintió que algo abandonaba su espíritu, era el recuerdo de Margarita, desde ese día vivió mucho más feliz y aprendió a querer más la vida, querer más a su mujer y a sus hijos.
Que ironía, la vida da tantas vueltas y algunas veces uno piensa que el mundo se acaba, pero el mundo sigue dando vueltas y así sigue hasta que cada uno de nosotros complete su ciclo, y después de todo, ¡eso se llama destino!, ¡eso se llama vida! Y el amor es así puede durar un minuto o puede durar una eternidad, pero su duración no depende de nosotros, depende de Díos, nosotros no somos más que muñequitos manejados por esa fuerza que se llama Dios.
Miguel Aramayo
SCZ 8.02.2006