Que bello que es el mar
El tiempo es implacable y pasa a tanta velocidad, que cuando uno está solo, su devenir es más violento y pernicioso. Hacía mucho que no veo a mi amiga que vive en Suiza, nos comunicábamos telefónicamente cada cierto tiempo, pero con esto de la pandemia estuvimos alejados, sobre todo por el miedo impuesto por las autoridades. Donde yo vivo el ataque de ese mal fue mayor, quizá el más alto de Europa.
Ha pasado un año y en ese tiempo se produjeron cambios tan notorios, que la vida ya no es la misma, incluso para salir de compras tienes que cumplir una serie de restricciones, cuidándote y cuidando a los demás. Trabajo como siempre desde mi departamento y mayor distracción es abrir la puerta que da al balcón y durante el día ver un poquito de la torre Eiffel y en las noches que no hace frio observar el cielo en busca de las estrellas que son mis preferidas.
Hablando con mi amiga, intercambiando impresiones del cambio que ha tenido la humanidad, le comentaba que había observado que la bóveda celeste está más limpia, que disminuyó la polución y que las estrellas y la Via Láctea se pueden ver con mayor nitidez, pero al mismo tiempo, al meditar sentía un vacío en mi interior, un espacio limpio, eso me apenaba, porque es como si hubiera aumentado en años y esté aproximándome al fin. Después de esa mi expresión, noté un largo silencio en la línea, como si se hubiera cortado la llamada. Luego continuamos charlando de trivialidades, como es nuestra costumbre siempre que nos comunicamos. Después nos despedimos, pero sin establecer cuando sería la próxima comunicación.
Estaba preparándome un vermut y una picadita de quesos y fiambres para después dedicarme a la lectura de una novelita de “Patricia Cornwell” que titula “Inhumano”. Sonó nuevamente mi celular, que lo tenía en el bolsillo de la camisa. Era mi amiga que decía:
−Quedé muy preocupada con lo que me dijiste, que “te estés aproximando al fin”, me sentí muy triste y pensé que podría darte un poquito de felicidad, de esa que tanto me has proporcionado vos.
−Querida amiga, algunas veces uno expresa los sentimientos de una manera tétrica y altera el alma de los seres queridos. −Mil disculpas, no era mi intención asustarla o entristecerla, después de todo, el llegar al final es algo al que todos llegaremos cuando Dios lo disponga y debemos estar siempre preparados para afrontar esa circunstancia.
Ella me respondió: −Si no se incomoda y tiene el tiempo suficiente, este viernes me aparezco por su departamento y lo invito a pasar el fin de semana en un yate, que puedo contratar desde aquí; tengo los contactos con una de las empresas que son mis clientes en el banco. −Estaremos solamente nosotros dos y dos personas de la tripulación. −Estaremos en el mar, donde podemos tomar sol, conversar o quedarnos en silencio meditando, durante el día. −En la noche escuchando musica y observando las estrellas y tomando un trago para después entregarnos a los brazos de Morfeo y quizá darle gusto a Afrodita y Cupido, que tanto han aprendido de nosotros.
−Acepto su propuesta y espero que me de las directrices de lo que debo hacer, para que pasemos un fin de semana como lo sabemos hacer. Gracias, no sabe lo feliz que me hace. –Espero sus instrucciones y nos vemos el viernes que viene. ¡Qué feliciad…!
Miguel Aramayo
SCZ.24-03-2021