Qué extraña sensación
Después de haber sido alguien, de un momento a otro, pasé a ser un viejo con fecha de caducidad muy próxima y todo por culpa de un virus. De un virus, que no se conoce ni el padre ni la madre, o quizá la madre, pero con mal nombre: “China”.
Ya llevo 77 días confinado y de acuerdo al último decreto, sin fecha de conclusión o con fecha de conclusión abierta. Tenía la esperanza de poder trabajar en la oficina, hasta el final de mis días, pero ese tiempo lo acortaron abruptamente, por una simple orden gubernamental. De acuerdo a la nueva normativa ya no podré moverme de mi reclusión y por lo tanto tendré que resignarme a trabajar desde mi casa. Orden recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Institución de carácter mundial, pero al servicio del Foro de San Pablo, como casi todas las instituciones de carácter mundial.
Por naturaleza pertenezco a una casta de longevos que, por la situación actual, ahora tenemos fecha de vencimiento, igual que la mayoría de los lácteos. Es algo que no solo da pena, sino que alarma y deja un sabor amargo en la boca, cual una receta que la tiene llena de limón, sal, vinagre y bicarbonato de sodio, con la finalidad de modificar el PH de nuestro organismo, para de alguna manera protegernos del virus maldito.
Algo que me sorprende tremendamente, es que ese virus ha dominado al mundo de tal manera que los científicos y hombres capaces del mundo desarrollado, desaparecieron encerrados en sus laboratorios. Primero tratando de descubrir la cadena genética del virus, aparentemente ya la descifraron varios científicos y se encontraron con un bicho de la naturaleza que es mutante. Por las características del virus, no pueden encontrar un producto que lo elimine o por lo menos lo frene. La vacuna es algo que está siendo buscada por varios países y varios laboratorios y la anuncian, pero no la confirman, lo cual hace que su fecha de lanzamiento sea incierta.
Da miedo ver, escuchar o leer las noticias, porque no hay nada bueno y lo único que produce la prensa es más miedo y ninguna esperanza. Los inmunólogos, los estadistas y los médicos que no están interviniendo, hacen sus elucubraciones y cualquiera emite su opinión y junto a ella su receta; lo que ahora recibe el nombre rimbombante de: “protocolo”. Desde los remedios caseros, que usaron nuestras abuelas (Eucalipto, ajo, cebolla, miel, sal, limón etc.), para curarnos las gripes fuertes, hasta las que salen de laboratorios de renombre.
Podría decir mucho más, pero todo quedará sin sentido. Por lo tanto, lo que escribo en estas pocas líneas, lo hago con el único deseo de perder mi tiempo. Opinion que, en el futuro pueda ser de utilidad como un recuerdo, recuerdo de lo que estamos viviendo, si a eso se le puede llamar vida, encerrados y trabajando a distancia para poder cumplir con nuestra sociedad.
Miguel Aramayo
SCZ.03-06-2020 Cumpleaños de un gran amigo (Jaime)