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¿Qué pensar?, ¿qué leer?, ¿qué hacer?

13 Sep

¿Qué pensar?, ¿qué leer?, ¿qué hacer?

Realmente creo que los bolivianos, todos, estamos en la situación de no saber qué pensar de quienes nos gobiernan, qué leer de lo que dicen todos los que opinan y por último no sabemos qué hacer, estamos en una situación muy difícil.

 

En mi infancia escuché dos palabras que no sé si podré escribirlas correctamente, una de ellas “janigua” y la otra es “janigua tiquiti”, ambas expresiones son del idioma aymara y significan “no” y “no hay”, pero al mismo tiempo son un sinónimo “gentilicio” de la raza aymara. Es una característica intrínseca de esa raza, a la cual dice pertenecer nuestro Presidente, de lo cual dudo porque sus características morfológicas de identidad son diferentes, él, más parece quechua, pero por su lugar de nacimiento existe la posibilidad de que sea aymará y por su gran inclinación al diálogo, se puede asegurar que es aymara, porque es ¡janigua!, ¡janigua tiquiti!

 

Una de las características principales de la raza aymara es su capacidad nula al diálogo, muchos autores le dan otras características adicionales, pero la “terquedad” es la característica principal, además acentuada principalmente en la terquedad hacia el “NO”, por el solo hecho del ¡NO!, ¡no hay!, ¡no quiero!, ¡no!, ¡no porque no”. Su rostro también es impenetrable, inexpresivo, es la raza que tiene mucha facilidad para ocultar sus sentimientos, al extremo de demostrar que no tienen sentimientos. Su expresión es la misma ante un chiste, ante el dolor, ante el frío, ante el cansancio, ante el amor, y ante cualquier sentimiento, por eso es inescrutables. Pero al mismo tiempo son vengativos, son mentirosos, son falsos, son peligrosos.

 

Si uno lee a Alcides Arguedas, a Franz Tamayo o si mira dibujos del pintor Guzman de Rojas, podrá comprobar que lo que estoy expresando no es sólo un invento mío. Desde luego que mi opinión no tiene un valor científico, lo que expreso es solamente lo que he podido captar en las muchas veces que me he quedado mirándolos, en su pasividad, en su permanente meditar, sobre qué, sobre no se qué, porque como su expresión los hace inexpugnables uno se puede basar únicamente en lo poquito que esa actitud nos permite discurrir.

 

Cuando muy chico sentí mucho respeto de ellos hacia mi y nunca me dieron ni miedo, ni rechazo, siempre me embargó una pena profunda por ellos y los traté con el respeto que merecían, porque me agradaba que cuando se dirigían a mi me decían “ñiño”, pero sin cariño, sin adulación, solo con la expresión que los caracteriza, con la expresión propia de ellos, de hombres y mujeres, porque desde muy chicos son así introvertidos. Es difícil, extremadamente difícil hacer amistad con ellos. He querido compartir con ellos y, algunas veces me monté en el arado que arrastraban los bueyes, o derramé semillas en la siembra, o me quedaba observando lo que cosechaban, papa, maíz, arbejas, habas, pero nunca me dejaron compartí su alimento,  nunca me dejaron compartir sus juegos, porque cuando son chicos también juegan.

 

Cuando fui joven se me presentaron situaciones muy esporádicas de tener contacto con ellos y también sentí el mismo respeto, pero también percibí rechazo, pero no un rechazo doloroso, no simplemente un rechazo en el que me ignoraron sin discriminarme, lo cual nunca supe si fue por propio respeto, por miedo, o por odio, porque el odio es muy propio de ellos.

 

Cuando mayor ya no tuve oportunidad de contactarlos físicamente y lo que sé de ellos es por lo que veo, lo que leo y lo que escucho, pero alguna vez que me tocó viajar al interior, los vi de lejos y  volvieron a mis recuerdos las imágenes de mi infancia y noté que no han cambiado en este más de medio siglo, que siguen iguales, explotados, sin educación, sin salud, sin posibilidades de un futuro y me dan mucho más pena porque ahora están siendo utilizados políticamente para hacer daño a otros, apoyados en ellos y ellos seguirán igual, inescrutables, inexpugnables, rechazados. Lo peor que están haciendo con ellos es que en su mente exude, aflores el odio, el resentimiento, resentimiento y odio que tienen acumulado en más de quinientos años, porque esa gente no solo fue usada por los españoles desde que conquistaron América, antes ya fueron explotados, subyugados, humillados, usados sin piedad por los quechuas, que los esclavizaron y encerraron su ego en esa expresión fría que hasta ahora los caracteriza. Desde que somos república han seguido usados por los políticos, pese a que Bolívar quería algo diferente para ellos y así lo expresó en su constitución que nos legó y que nunca cumplimos.

 

 

Miguel Aramayo

SCZ. 13-09-2008