¡Que visión corta!, ¡que “corta” visión!
¿Cómo es posible que ¡un hombre solo!?, que un solo hombre, se crea dueño de un país, de un país que es de todos. El omnipotente, emborrachado de poder y pudiendo manejar MASas, porque las masas tienen precio y él puede pagar ese precio, porque el poder le permite eso, eso y mucho MAS. Comprar masas, porque esas masas hace quinientos años que están a la venta, porque la coca, la coca y el alcohol, el sufrimiento y el hambre, el hambre y la deshonora, les borraron la conciencia y esa masa sin conciencia, apoya a quien les paga.
El momento que usan esas masas, les pagan con migajas y cuando no las necesitan, porque ya dieron lo que necesitan, lo que requieren, en ese momento les pagan con desprecio y con olvido, ¡olvido y desprecio! Al que los tienen acostumbrados, hace quinientos años, pero esas masa esta formada por gene a la que le da lo mismo vitorear a uno de los suyos, que después los venderá, para quedarse con la utilidad de las migajas que les pagan, para vitorear al “Tata” Belzu, para luego venderse a Mariano Melgarejo. Vitorear a Hernán Siles Suazo, para luego levantar en hombros a Victos Paz Estenssoro, para luego firmar pactos “Militar – Campesino” con el Gral. René Barrientos Ortuño.
Ese fue y será el devenir de esos hermanos, pobres hermanos “originarios”, a los que tienen con los cerebros dormidos y las conciencias vendidas. A esos hermanos sostienen como animales de carga, que usan a los políticos en su beneficio y cuando están satisfechos del poder, los desechan y abandonan a su suerte y ellos quedan en espera de quien los vuelva a comprar, pero sin ninguna esperanza de progresar, porque los tienen solamente para eso y de eso ya pasan quinientos años.
Con lo que hemos visto ayer se comprueba que lo visto y lo vivido en la década de los cincuenta, se repitió con J.J. Torrez en los primeros años del setenta y ahora se repita. Con el diez por ciento, del diez porciento de la población de este pobre país, país desgarrado y desangrado por los políticos en todos los tiempos, políticos que murieron en una quinta, o que viven en una quinta, a la espera de morir, pero que cuando ellos pudieron aprovecharse de ese pueblo, ese pueblo que se vende, lo compraron y con el fruto que obtuvieron, tuvieron poder, ¡poder efímero!, poder que les permite alimentar su ego y dar la vuelta al mundo en “misiones oficiales” e incrementar sus arcas para poder vivir cómodamente.
El saldo del país, del país que lucha por ser Bolivia, una sola Bolivia, una Bolivia unitaria, prospera, igualitaria; solo puede resignarse a luchar por su ideal y sentir la ¡desilusión!, la ¡pena!, la ¡tristeza!, que ese hombre solo, ese solo hombre, usando al pueblo que se vende y ofuscado y obnubilado con sus seguidores ocasionales, que también están vendidos, o mejor dicho comprados; pero que un escenario muy chico, el congreso, se sienten dueños de Bolivia y de los nueve millones, que no estamos en el mismo recinto que ellos, porque ¡ese hombre solo!, ¡ese solo hombre!, en su congreso, congreso que es solo de él y sus pocos amigos ocasionales, en una sola plaza, la plaza Murillo. Se siente capaz de decir no solo, que La Paz, es Bolivia y Bolivia, es La Paz, quitando la paz al saldo de bolivianos, que no estamos en La Paz, pero que queremos ¡paz! Y adoramos Bolivia.
Ese hombre solo, ése solo hombre, incluso engañando y desconociendo a quien lo puso en la cúspide para que se sienta, ¡hombre poderoso!, dueño de La Paz y desconozca los otros ocho departamentos que formamos Bolivia y conformamos un país, un país que está perdiendo las esperanzas, porque ése solo hombre, se cree su propietario.
Estamos tristes, pero no desorientados, hace quinientos años que nuestra gente vive así y vivirá otros quinientos, si los que queremos este país, no actuamos, no como si fuéramos ¡solos! Y dueños, de La Paz y de Bolivia, sino como hermanos unidos, que debemos y tenemos que incorporar al mundo el país rico que somos, pero no para uno, o unos cuantos.
No somos solo “La Paz”, también somos Chuquisaca, Cochabamba, Oruro, Potosí, Beni, Pando, Tarija y Santa Cruz. No solo somos aimaras, somos quechuas, guaranís, criollos mestizos y descendientes de europeos y otras latitudes del mundo, del mundo globalizado en que vivimos en pleno siglo XXI. Somos collas, Chapacos y cambas, somos bolivianos. No solo los diez mil en la Plaza Murillo, los doscientos del congreso, los veinte del ejecutivo o el hombre solo, ¡él solo hombre! Somos nueve millones de bolivianos.
Miguel Aramayo
SCZ. 4-03-2008