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Un gran amigo, el Duende

26 Abr

Un gran amigo, el Duende

Me encontré con un gran amigo, el Duende Manso del Vino, los dos coincidimos en el Burj Khalifa Dubai Mall, muy cerca al hotel Burj Al Arab, que por casualidad ambos estábamos alojados en el mismo Hotel. Cuando nos vimos, fue una grata impresión para ambos. Nos dimos un fuerte y sentido abrazo y muy alegres nos dirigimos a la primera cafetería que pillamos en ese centro comercial.

 

Ambos estábamos embatados y con turbante de cuadritos rojos, la forma de vestir común en esa ciudad y por lo tanto no éramos observados por nadie, lo que podría llamar la atención era que ninguno de los dos llevamos ni barba ni bigotes. Nos sentamos en una mesa alejada del trajinar de la gente y pedimos dos expresos y nos trajeron eso, acompañado de dos vasos de agua y un platillo con galletitas de chocolate y unos dátiles.

 

Nos tomamos el café de un sorbo, porque estábamos más ansiosos por conversar que por saborear el café que tenía una fragancia extraordinaria.

 

–¿Cómo has estado Flaco y que haces por aquí? Preguntó el Duende

 

–Como me ves, ¡estoy biensisimo…! Y vine por estos lares para divertirme, quedé en juntarme con una amiga, pero me parece que me la hizo.

 

–¿Y vos que hace por aquí? Escapando de la tristeza, por la muerte de Alberto. –Estaba en Madrid y cuando supe de la muerte de mi amigo preferí escapar a un sitio irreal y que mejor que este ambiente, pero ni hubiera soñado encontrarte a vos.

 

–Yo estaba en París y como siempre haciendo cosas incorrectas, pensé que en este lugar nadie me encontraría, y menos en el hotelito donde me alojo, pero parce que me dejaron solo, por eso Salí a caminar y me encuentro con vos. –Con respecto a Alberto yo también lo sentí mucho y me acorde de uno de sus versos que dice: Cuando un amigo se va, se detienen los caminos y se empieza a rebelar, el duende manso del vino. Y qué casualidad te encuentro.

 

–También yo me recuerdo de las canciones de nuestro amigo y una en especial que dice: En un rincón del alma donde tengo la pena que me dejo tu adiós, en un rincón del alma se aburre aquél poema que nuestro amor creo. En un rincón del alma me falta tu presencia que el tiempo me robó, tu cara, tus cabellos que tantas noches nuestras mi mano acaricio.

 

Es increíble el valor que puede tener un amigo o el valor que puede tener un amor y ese artista, Alberto Cortez, sabia expresar los sentimientos en palabras y dar a las cosas mundanas un sentido sublime. Como el que expresa esta canción: Qué suerte he tenido de nacer, para estrechar la mano de un amigo y poder asistir como testigo al milagro de cada amanecer. Qué suerte he tenido de nacer, para tener la opción de la balanza, sopesar la derrota y la esperanza con la gloria y el miedo de caer. Qué suerte he tenido de nacer, para entender que el honesto y el perverso son dueños por igual del universo, aunque tengan distinto parecer. Qué suerte he tenido de nacer, para callar cuando habla el que más sabe, aprender a escuchar, ésa es la clave, si se tiene intenciones de saber. Qué suerte he tenido de nacer, y lo digo sin falsos triunfalismos, la victoria total, la de uno mismo, se concreta en el ser y en el no ser. Qué suerte he tenido de nacer, para cantarle a la gente y a la rosa y al perro y al amor y a cualquier cosa, que pueda el sentimiento recoger. Qué suerte he tenido de nacer, para tener acceso a la fortuna de ser río en lugar de ser laguna, de ser lluvia en lugar de ver llover. Qué suerte he tenido de nacer, para comer a conciencia la manzana, sin el miedo ancestral a la sotana ni a la venganza final de Lucifer. Pero sé, bien que sé… que algún día también me moriré. Si ahora vivo contento con mi suerte, sabe Dios qué pensaré cuando mi muerte, cuál será en la agonía mi balance, no lo sé, nunca estuve en ese trance. Pero sé, bien que sé… que en mi viaje final escucharé el ambiguo tañir de las campanas saludando mi adiós, y otra mañana y otra voz, como yo, con otro acento, cantará a los cuatro vientos… Qué suerte he tenido de nacer.

 

–¡Querido Duende Manso del Vino…!, vos no morirás, pero nosotros los mortales debemos estar preparados para ese trance y lo debemos enfrentar no con resignación sino con entusiasmo con valor, porque como dijo Alberto: en mi viaje final escucharé el ambiguo tañir de las campanas saludando mi adiós, y otra mañana y otra voz, como yo, con otro acento, cantará a los cuatro vientos….

 

Miguel Aramayo

SCZ.06-04-2019