Una novelita
Revisando antigüedades en el desván de la casa de mis abuelos encontré un librito de poquitas hojas. Era un libro “mondado” de los chulupis y las polillas, de un papel amarillento de contextura quebradiza, que para leer se debería emplear mucho cuidado. La litografía era rustica, acorde con la fecha de edición que era de mediados del siglo XX, la parte donde figuraba el nombre del autor y la editorial eran perforaciones que habían servido de alimento a los chulupis o las polillas. El titulo aparentaba estar completo, pero también había lugares que estaban perforados y aparentaba decir “El amor es un sentimiento que se acaba”.
En lo que aparentaba ser la dedicatoria o un pensamiento decía: “Una vez nada más en mi huerto brillo la esperanza, la esperanza que alumbra el prodigio de mi soledad.
Una vez nada más se entrega el alma”. Pensamiento firmado por Ángel Agustín María Carlos Fausto Mariano Alfonso del Sagrado Corazón de Jesús Lara y Aguirre del Pino y dedicado a Crescenciano Abel Exaltación de la Cruz José Francisco de Jesús Mojica Montenegro y Chavarín. Que después de tomar la vida religiosa en la congregación de los franciscanos con el nombre de: Fray José de Guadalupe Mojica.
El prólogo era casi ilegible estaba tan carcomida esa hoja, que no daba para perder tiempo leyendo, después de todo no era un papiro del Mar Muerto, pero mi interés quedó despierto después de leer la dedicatoria o pensamiento, no sólo por la ampulosidad de los nombres de quien era el autor (Agustin Lara) de la frase, sino del personaje al que fue dedicada esa expresión (José Mojica) que era parte de una canción escrita por el primero para despedir al segundo de su vida civil y el ingreso a su vida religiosa. Ambos personajes eran mejicanos y contemporáneos y seguramente se conocían, pero el primero quedó famoso con esa composición musical, música y sobre todo letra.
Busqué donde sentarme y no me quedó más que acomodar unos cuantos libros, junto a la primera ventana que me brindé luz y apoyo junto a una pared, para posar mi anatomía, cruzar las piernas, acomodar mis lentes e iniciar la lectura. No sé cuánto tiempo me tomó eso. El librito no tenía más de 80 hojas, con letra de gran tamaño, pero fueron unas cuatro horas que me mantuvieron atento y feliz, de una lectura romántica. En algunas hojas tardé un poco más, porque le faltaban unos pedazos y por lo tanto tenía que adivinar su contenido. Cuando llegué a la última hoja mis piernas estaban adormecidas, no había cambiado de pose en todo ese tiempo, desde que inicié la lectura.
El amor es algo maravilloso y mucho más cuando lo comparte una pareja, cuando ambos sienten lo mismo, pero en la historia de la novelita que acabo de leer, el varón había cometido algunas infidelidades y algunos deslices que hieren que su “enamorada” (entre comillas) y ella va perdiendo interés en él y por lo tanto no le queda más remedio que sufrir y notar la ausencia de amor por parte de ella, que cada vez se va haciendo más indiferente. Con lo cual le demuestra que el amor se acaba y sólo queda el recuerdo y el respeto por convivencia civilizada.
A ese pobre hombre no le queda más que la resignación y el arrepentimiento, pero con eso no subsana nada y debe conformarse con lo poquito que le dan y dar gracias, porque no le castigan más en espera de su extinción como persona y como alma atormentada. Una pena, pero eso se lo busco él.
Ese fue el final de la novelita y todo contado a vuelo de pájaro, pero el argumento es largo y tiene mucho de enseñanza, que espero aprender, para que no me suceda lo mismo.
Miguel Aramayo
SCZ.1709-2017 Cumpleaños de sobrina Nena.