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Amor, amor de verdad.

5 Jul

Amor, amor de verdad.

Desperté de un sueño profundo, desperté a este mundo muy próximo a tu cuerpo, muy cerquita a tu corazón que palpitaba placidamente, tu respiración también era acompasada, tu piel expresaba calma, trashumaba una fragancia a flores. Estabas totalmente desnuda y, yo también estaba totalmente desnudo. Por la ventana entraba una brisa, brisa cuya aroma era de verdor, se sentía el olor a tierra húmeda, humedad del rocio que acarició los campos durante la noche, fragancia a hierba mojada, pero también en sus efluvios se podía apreciar perfume de jazmines, de ilusiones, de margaritas desojadas. La claridad que penetraba por la ventana, velada por la cortina que flameaba con la brisa suave, dejaba percibir los primeros rayos del sol. La naturaleza también nos brindaba su serenata, el piar de pájaros que despiertan al día, el trinar de pájaros que expresan su amor a la naturaleza, a sus parejas y a su prole, inundan el ambiente, y de vez en cuando se siete el chirrear de un grillo que desde algún rincón se despide de la noche y pretende hacer llegar a su pareja su llamado de amor. Muy a lo lejos también se escucha el valido de una vaca, llamando a su ternero para amamantarlo con la leche que acumuló en su ubre y que ya está a punto de fluir por sus pezones.

 

Sólo tu duermes todavía, tu rostro muestra la placidez de una vida plena, la felicidad de un ser que es saludable y se sabe amada, la tersura de tu piel y la fragancia de tu aliento me hacen vibrar y despiertan en mi el instinto, el instinto y todos esos sentimientos que por pudor o por miedo uno no puede expresarlos con palabras, pero que anoche brotaron de lo profundo de mi corazón y sin pronunciar ni una sola palabra te los hice conocer, como si se trataran de una poesía, pero fue tan bello nuestro encuentro que sólo dijimos en forma entrecortada: ¡¡Que lindo!”, “!me gusta así…!”, “!te quiero!”. Después todo eran suspiros y respiración entrecortada, entrecortada por los deseos, por los besos, por la excitación, o esas expresiones que querían mostrar nuestro estado de ánimo, que en realidad eran simples migajas del banquete que se propinaban nuestros cuerpos, pero sobre todos nuestras conciencias, nuestros corazones.

 

Ahora que pasó esa noche y te tengo a mi lado, dormida y desnuda y que todo el ambiente se presta para que mi mente pueda recordar. Procuraré reconstruir como fue la noche, la noche que se está despidiendo, para después compartir contigo todo lo que hicimos, para que ese bello recuerdo perdure en nuestras mentes y sobre todo en nuestros corazones.

 

Mientras tú preparabas la cena, yo me encargaba de adecuar el ambiente, luz, temperatura, música, principalmente esto. Preparé una seria de canciones y melodías que podían durar más de doce horas continuas, la selección no fue muy difícil porque tenía a mano todas las canciones que acumulan no sólo nuestro amor, sino el amor de muchos compositores y cantores, pero preferí para el inicio algo que pudiera recordarnos bellos momentos y adecuarnos mientras comíamos. Lo que hiciste de comer era especial para el ambiente de amor, muy sabroso, muy liviano, pero con alto contenido de fragancia y sutil sabor a delicias. Durante el tiempo que duró la degustación compartimos recuerdos que afloraron a nuestra mente gracias al acompañamiento de la música, finalizamos con un helado ligeramente dulce, con sabor a menta, que produjo frescura en nuestras papilas y para cerrar ese capítulo, destapé una botella de champagne, bien frío, demi sec, con efervescencia que favorecía para poder soñar, que exaltaba los sentidos preparándolos al amor, de un “bouquet” muy suave, con fragancia a ricas uvas, con un frescor que adecuaba nuestros labios a los besos y nuestro paladar al sabor de nuestros cuerpos. Mientras bebíamos el champagne, también bailábamos con un poco menos de luz, que la iluminación que usamos para comer.

 

Todo el ambiente era propicio, pero sobre todo nosotros habíamos culminado al punto en que nuestro amor había llegado al momento más alto, se soltaba por dar rienda suelta a la pasión, nuestras caricias continuaron con el sonido de botones que eran desprendidos suavemente, pero que con el ambiente, ese sonido producía un eco, eco que a su vez cargaba de mayor energía a nuestros cuerpos, comenzamos a besarnos, pero no con desesperación, sino más bien con la paciencia, el cariño, el amor acumulado que supimos controlar, para que no aflore de golpe y borbotones, sino que sea tanto como para mantenernos suspendidos del suelo e inmersos en nosotros mismos. Ese intercambio de besos que supimos controlar hasta que estuvimos totalmente desnudos, bailando una melodía que proporcionaba placer a nuestros cuerpos, porque nuestros oídos estaban preparados para escuchar el menor de los roces que nuestros cuerpos desnudos, producían al acariciarnos, en un ir y venir, que más que una sesión de amor parecía un valet, con una coreografía tan suave y sublime, que quienes bailaban, ¡nosotros…!, nos sentíamos, no pisando el suelo, sino flotando en el aire. Poco a poco mis labios se separaron de tu boca para estampar besos en otras partes de tu cuerpo, y en cada beso que imprimía mi amor en tu delicada piel, sentía el temblor de tu ser y tu excitación llegaba cada vez más alto, sabía que estábamos los dos, sentía en la lejanía la música que ayudaba a mis movimientos, recorriendo tu cuerpo centímetro a centímetro, pero mi vista cada ves era menor, abría los ojos de vez en cuando y era para encontrarme con los tuyos cerrados, con una expresión de alivio, una expresión de amor, de excitación sublime. Tus labios, estaban entreabiertos y se notaba tu lengua húmeda acariciando la comisura de tus labios y acariciando tus dientes. El amor fue “increcendo” y nuestras caricias se posesionaron de partes de nuestros cuerpos que eran más sensibles a la excitación, por fin pude llegar a tu vientre y besé tu ombligo y acaricié muy suavemente tus muslos, pero no podía contener el movimiento de mis manos que pasaban a tu pecho y permanecían allá por un momento, como queriendo alcanzar el cielo, y tu cuerpo se arqueaba y llegabas a mordisquear mis dedos mientras que yo llegaba a un lugar en el que estampé un beso. Como seria ese beso, o que lugar tan preciso, que sentí en mi un río de reacciones sublimes, pero al mismo tiempo sentí que habías llegado al mismo nivel, los dos flotábamos en el aire y se escuchaba tu vos mezclada con la melodía que nos acompañaba, diciendo palabras entrecortadas que eran como impulsos eléctricos que llegaban a mi y me permitían ser más cariñoso, mas apasionado, hacerte más feliz.

 

Sentí que tu cuerpo entraba en un temblor asombroso, tu respiración era entrecortada y decías algo que impulsaba mi potencia y cada vez te poseía con mayor presión, sentí que mis manos y las tuyas no sólo rozaban nuestra piel, sentí que me apretabas y yo hacia lo mismo, ya nuestros cuerpos no sólo pedían amor, imploraban amor y lo hacían en voz alta, con apretones que no lastimaban, pero que denotaban que al agarrarnos no queríamos dejar que ese momento se escape. Sentí que te contorneabas y exigías mis besos, besos que te los brindaba con el mismo cariño, con el mismo calor, pero tus labios, tu lengua, tu boca había adquirido un calor, un sabor diferente, era algo tan bello, algo tan dulce, como si nuestros cuerpos tuvieran miel o algún otro manjar, cuyo gusto, cuyo sabor es indescriptible. Tu también comenzaste a besarme por otras partes del cuerpo, mientras yo permanecía de espaldas acariciando tu cabellera que se movía como si el viento que soplara, que era mínimo, hubiera sido tan fuerte que las ondas que formaban me dejaban extasiado, el sentir tus labios por otras partes de mi cuerpo me hicieron temblar el momento en que llegaste donde mi sentidos habían concentrado todo su poder, tus labios juguetearon con mi cuerpo y yo llegué a pensar que estaba entrando al cielo.

 

En un momento determinado, dejaste de besarme, pero sentí que una parte de tu cuerpo me poseí, ya no eras solamente mía, yo también era de tí, una parte de mí, la parte con más potencia, estaba dentro tuyo y ese calor de la parte de tu cuerpo y mi virilidad exaltada comenzaron una danza muy suave, sublime. Mientras nuestros cuerpos se poseían nuestros labios reclamaban amor y hacíamos esfuerzos para atender ambas cosas, mientras el movimiento de nuestros cuerpos nos exigía a gritos, nuestros labios se juntaban para expresar en besos nuestros sentimientos y nuestras manos se aferraban a nuestros cuerpos, como pidiendo que aquel momento no culmine, pero nuestro esfuerzo fue vano, llegamos a la cúspide, al máximo de elixir y los dos sollozamos, suspiramos, jadeamos y en cortas palabras dibujamos ese gran momento sublime, sublime de amor, sublime de pasión.

 

Habíamos culminado esa danza, que habíamos iniciado hacia una o dos horas atrás y ahora nuestros cuerpos reposaban placidamente, tú todavía me poseías y estabas con todo tu peso sobre mi y yo respiraba, con una respiración profusa, dejando que mis manos recorran tu espalda tus muslos, tus brazos, tu cabello, y tú de vez en cuando dejando los jadeos que todavía entrecortaban tu respiración besabas mis labios, mi frente, mi mentón y tus manos apoyadas en mis hombros, balanceaban el peso de tu cuerpo sobre el mío, tu cuerpo poco a poco se quedó a un costado y apoyaste tu cabeza en mi hombro y me abrazaste con el otro brazo y lo único que alcanzamos a decirnos es ¡que bello, que hermoso!, ¡te quiero!, y nos quedamos dormidos hasta que hace un momento que desperté, ya no estabas apoyada en mi, pero todavía tu rostro mostraba esa expresión de amor. Después de escribir esto y darme un baño, me puse a acariciarte y pude hacerte despertar con las mismas ansias y logramos el éxtasis nuevamente, esta vez en menos tiempo, pero con la misma intensidad.

 

¡Que bello, que hermoso!. ¡Que bello y hermoso que es el amor!

 

 

Miguel Aramayo

SCZ. 05-07-2009 a dos días de San Valentín.