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Caminando

29 Sep

Caminando

Ayer estuve en un lugar muy concurrido y cuando dejé el auto en el parqueo, vi una muchacha con una bella figura, calzaba sandalias muy bajitas, casi imperceptibles, su cuerpo era tan fino y su paso tan ligero, que daba la impresión, no de caminar, sino de flotar, su cintura se contorneaba dejando apreciar unas nalgas firmes y una frágil cintura, que portaba una espalda de donde colgaban unos brazos, que con su fino andar acompasaban el ritmo de sus caderas y dejaban apreciar los muslos, que por el viento y el movimiento de sus pasos hacían que la bata se pegue a su físico y permitiese apreciar mejor su figura. Sus pantorrillas eran perfectas, mostrando lo que Dios puede hace por la figura femenina, terminaban en unos tobillos de donde nacían unos pies que eran un primor. La espalda estaba descubierta desde la mitad y dejaba apreciar una piel, que más que eso parecía de porcelana, sus hombros eran firmes, mostraban juventud, ritmo, sensualidad, terminaban en un cuello esbelto que soportaba una fina cabeza cubierta por una bella cabellera. No quise adelantarme para poder mirar su rostro, preferí seguirla a una distancia que me permita apreciar esa bella figura y quedar en la incógnita de su identidad o su rostro.

El haber seguido a esa sensual figura, en ningún momento lo hice con alguna idea morbosa, mi objeto era poder apreciar la figura que tiene una mujer cuando tiene juventud, esa muchacha no tenía más de vente años, no pesaba más de cincuenta y cinco kilos, no media más de un metro con sesenta y cinco centímetros, no calzaba más de 37 y con seguridad que era soltera, saludable y hermosa.

No sé cuánto tiempo pasé apreciando esa figura, pero por lo menos acompañé su caminar por un recorrido próximo a los cien metros, mientras lo hacía mis sentidos se deleitaban y mi cerebro analizaba. Analizaba el tiempo que pasa y es inexorable, que alguna vez yo también tenía la misma edad, la misma vitalidad, pero el tiempo ha trascurrido y sólo me quedan los recuerdos de esa época de juventud y lo que se da en llamar experiencia, que no es más que el paso del tiempo y las consecuencias de la “ley de la gravedad” (Isaac Newton), aunque al mismo tiempo me puse a pensar en otro científico del siglo pasado, Albert Einstein y “la teoría de la relatividad”.

Es verdad que todo debe caer por su propio peso y la atracción de la gravedad, pero que también eso es relativo, porque obedece a un sinnúmero de otros factores, pero por más que uno sea optimista, los años pasan y “nada se acaba, sino que se convierte” (Si no me equivoco Gay Lussac). También otro personaje, Jean Paul Sartre dijo: “Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es«.

Hasta Jesús en un tiempo debió ser alimentado por su madre, quien lo amamantó, lo cuidó en su gateo y primeros pininos, ayudándolo a andar y le proveyó no sólo el primer amor, los primeros mimos y fue la cultora de lo que sería en el futuro, por más que Él nació “Hijo de Dios”. Así nacemos todos y a quien más debemos lo que somos, es a nuestras madres, después es Dios, porque inclusive hay un dicho: “suerte te de Dios, que el saber de nada vale”, pero también hay otro refrán que reza así: “Cada uno es artífice de su propio destino”.

Miguel Aramayo

SCZ. 29-09-2011

Mi cumpleaños.