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Conejos y huevos

23 Mar

Conejos y huevos

Quedé sorprendido cuando me pareció ver una visión, estaba muy concentrado en mi lectura y de repente me pareció que algo asomaba por debajo del sillón que estaba frente a mí. Aparté el libro y no era una ilusión óptica, era un grupo de conejitos en miniatura que empujaban varios huevos de pascua, todos muy coloridos y brillantes.

 

Me quedé absorto, inmóvil y porque no decir suspendido en el espacio como si fuera un adorno, miraba con asombro lo que sucedía en mí delante. Los conejitos ni se dieron por aludidos que estaba yo, yo con mi libro y con mi asombro, pero petrificado como si fuera un adorno de Lladro.

 

Los conejitos eran más chicos que los huevos. Para que puedan entender mejor puedo decir que los conejos eran unas diez veces más chicos que los huevos y los huevos eran casi del tamaño normal que tiene un huevo de gallina. Los conejitos eran de diferentes colores, algunos overos, overos café con leche, overos negros, grises, negros, blancos, en número creo que si no me equivoco, eran algo así como unos veinte y cada cuatro llevaban un huevo, por lo tanto los huevos eran unos cinco.

 

En mi suspensión, silencio y asombro pude distinguir que los conejos hablaban y lo hacían en magnifico español, casi sin acento, aunque más parecían colombianos, porque utilizaban una palabrita que no es muy común en ningún otro lado, “su merced” y otra de las palabra que llegué a captar era “pana”, que también es una expresión de Colombia, aunque también la usan otros países del caribe.

 

Puse mucha atención a lo que decían y procuré entender que era lo que hacían, estaban transportando esos huevos de pascua para sorprender a mis nietos y querían esconderlos en diferentes lugares de la casa. Uno de los conejos, uno que era de color blanco, hablando con otro de color gris le decía: – Oiga pana, no le parece a su merced que estamos equivocados, en esta casa solo debemos dejar tres porque son tres los nietos que están en Bolivia, los otros tres huevos debemos transportarlos a Dubai. – el gris, respondió: – Pana tiene razón, pero no se preocupe su merced, después de que escondamos estos tres partimos en alfombra dejar los huevos que corresponden a los otros nietos.

 

Ubicaron tres huevos en diferentes lugares de la habitación y los tres huevos que sobraban, porque eran seis y no cinco. Luego vi que todos los conejos llevaron los otros tres huevos a una alfombrita tan chica que estaba ubicada como un tapete encima de un cofrecito que conserva los hilos de mi mujer. Una vez que estuvieron los tres huevos encima de la alfombra, en el centro de la misma. Todos los conejos se ubicaron encima de la alfombra, en lugares apartados del borde y como alineados mirando todos a una misma dirección. Partieron, elevándose por la habitación a la cual dieron unas vueltas como en señal de reconocimiento y orientación y cuando pasaron junto a mis narices gritaron al unísono. ¡Adiós, felices pascuas, que se diviertan y que Dios bendiga a su merced, saludos a los nietos de aquí, que a los de allá, los felicitaremos nosotros dejando estos otros huevos…!

 

Salieron por la ventana rumbo al oriente, logré divisarlos hasta que se perdieron en lontananza, quedando mi corazón tan alegre que el tiempo que permanecí petrificado como si fuera un Lladro, no parecía tener un significado, me pareció que todo eso sucedió en un instante, en un instante tan pequeño, que no puede ser descrito como algo real y menos como un sueño. Peo que sucedió, ¡sucedió! Y si no me creen, pregunten a mis nietos si recibieron huevitos de pascua.

 

Y “colorín colorado, este cuento ha terminado.

 

Miguel Aramayo

SCZ. 23-03-2008