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El tiempo, el espacio y yo

4 Mar

El tiempo, el espacio y yo

El tiempo, el espacio y yo

 

Hace un momento me sentí como si tuviera menos de 20 años. Todo daba vueltas en mi cabeza e imaginé mi mente y mi cuerpo en ese tiempo y espacio: Una persona de un cuerpo liviano y una estatura acorde con el espíritu que llevaba adentro. Pocos kilos, pero con ansias increíbles de ser grande, de alcanzar el cielo con los sueños. Sueños que servían de peldaños a la escalera construida en mi mente, sin miedo a lo que pudiera venir, pero presintiendo que podría construir algo maravilloso, no solo en lo económico y lo intelectual. También desde ese entonces me imagina que el amor era algo sublime y que la pareja que Dios me tenía reservada era idéntica a mí con los mismos anhelos y deseos.

 

Desde que tuve uso de razón, soñé como seria mi vida hasta llegar a la edad que tengo ahora y quizá un poquito más. Siempre pensé que mi felicidad dependía de bridar apoyo a los demás. Eso me producía una gran satisfacción, desde luego que no sólo pensaba en términos espirituales, también me satisfacía lo material, pero no como algo que me brindaba satisfacción de por sí. Lo que me llenaba, era saber que, con mis bienes materiales repartidos entre mis seres queridos, yo quedaba extasiado. Lo que pedía para mí era amor de mi pareja, no tanto de mis seres queridos, con que ellos sean felices yo estaba satisfecho. Para mí el sueño divino era tener una pareja, como la que tengo, que me quiera y con quien yo pueda compartir mi felicidad y brindarle a ella todo el amor que contenía mi alma.

 

Los años han pasado sin darme cuenta y me permito ver que muchos de mis sueños se realizaron. Ahora es muy poco lo queda por hacer y quizá por vivir. Hago un recuento de los soñado y comparo con lo realizado, entre ambas realidades existe muy poca distorsión.

 

No soy lo que todos me imaginan, aunque finjo serlo para satisfacer a mi entorno. Interiormente sé que tengo una serie de fallas profundas, de obsesiones y manías que he procurado esconder en lo más profundo de mi intelecto y mostrar la falsedad que todos ven. Pero sé que alguien sabe lo que realmente soy y disimula o finge que no se da cuenta y me lo comunica de una manera muy sutil como para no dañar mi ego.

 

Me veo caminando por una ciudad maravillosa que está rodeada de la fragancia de madreselvas, jazmines, claveles y flores como bálsamo del Perú, el cedrón o los azahares de naranjo o limón. Me observo en lontananza, un muchacho vestido de traje y corbata, caminando por las calles, como si fuera el dueño del mundo, con un cigarro en la mano, peinado como si el peine lo hubiera pasado su Hada madrina, pisando los adoquines como si fueran nubes y con una mirada que llega más allá del horizonte, con una sonrisa como si fuera a dedicársela al Creador. De un momento a otro me contemplo como estoy en este momento, ya no con el mismo porte y garbo, el pelo pintado de blanco, como si mi Hada lo hubiera descolorido y los pasos un poco más lentos, la sonrisa cambio de rictus, la piel ya no muestra esa lozanía, pero compruebo que en mi mente siguen bullendo esos sueños que me trajeron hasta aquí y sobre todo el aspecto en general muestra que todavía queda algo por soñar para alcanzar de esta vida, que viví con la protección de Dios y la colaboración de mí entorno.

 

En mi vida confundí la realidad con mis sueños y anhelos y en algunos momentos, no supe si vivía la realidad o la invención de mis ensueños. Pero seguí por la senda que me trazó el destino y ahora recuerdo el ejemplo que me prodigaron gente como mis padres, mis abuelos y ahora siento el apoyo de mi mujer, mis hijos y mis nietos, dándome el empuje y apoyo para continuar viviendo como siempre fue mi deseo.

 

Miguel Aramayo

SCZ.02-07-2023