info@miguelaramayo.com

En mi mente tengo recuerdos, en mi corazón tengo amor.

4 Mar

En mi mente tengo recuerdos, en mi corazón tengo amor.

La vida es larga y en el transcurso de la misma se van acumulando recuerdos, recuerdos bonitos, recuerdos feos, que preferirías no acordarte de ellos. Anécdotas, que son recuerdos, recuerdos  que en su mayoría son bonitos, pero que están a la mano de tu gran archivo, que están “en línea”, que no necesitan aflorar, están siempre a flote, porque se constituyen en la nata de tus recuerdos.

 

Los recuerdos bonitos no sólo están en tu cerebro, van decantando en tu corazón y se van convirtiendo en amor, porque al final de cuentas a mi criterio el amor es la acumulación de recuerdos bonitos y me imagino que mi corazón y el corazón de todos es como una gran estantería donde existen espacios preferenciales y espacios escondidos, pero no escondidos porque guarden algún secreto, no, son rinconcitos de tu corazón donde almacenas amores preferenciales.

 

En uno de esos rinconcitos preferenciales de mi corazón está el cariño que conservo por una gran persona, una gran mujer, la madre de un gran amigo, de un amigo que ya no está con nosotros, como tampoco está ésa gran mujer, esos dos lugarcitos están contiguos a otros lugarcitos, como es el caso de los padres de otro gran amigo que todavía está con nosotros, pero no ellos.

 

Esos lugarcitos a los que me refiero son muchos en mi corazón, por ahora solamente nombraré el que corresponde a la Sra. Anita Eagleson de Vargas. No necesito cerrar los ojos para que su imagen se dibuje en mi mente, no necesito estar en silencio para recordar su voz. Mientras ejercito recordarla, afloran momentos tan lindos en mi memoria, la veo bien peinadita, siempre de taco alto, con el cabello blanco y sus finos modales, siempre atenta y servicial, siempre presta a la buena conversación, siempre próxima a alguna novelita en ingles, deseosa de invitarte algo de lo que preparo de repostería o prepararte un trago para aperitar o acompañar una buena conversación o distraerse en algún juego de mesa, incluso dispuesta a bailar si la música se presta para eso.

 

Ese rinconcito en mi corazón no se abrió por pura casualidad o simple nostalgia, fue la conversación con una de mis nietas, la que me produjó esa apertura, esa grata sensación de retornar al pasado. No fue el timbre de su voz, ni el haberla escuchado hablar en inglés, no. Fue su entonación, sus palabras delicadas, su educción, su pulcritud y cariño. La manera de cómo me habló. Todo eso me produjo tanta alegría, me produjo un profundo orgullo, por tener alguien de mi familia, una nieta, mi Hormiguita Colorada tan similar a la forma como me trataba la señora Anita.

 

Cuando estuve con mi mujer y mi hijo, compartí esa mi experiencia y mis ojos se llenaron de lagrimas, pero no de tristeza, de alegría por el recuerdo revivido y la grata comparación con la realidad presente. ¡Que lindo!, ¡que alegre que me siento!

 

Miguel Aramayo

SCZ. 04-03-2010