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Estoy sensible

26 Dic

Estoy sensible

Recordé una canción que si no me equivoco es de Nelson Net, o por lo menos él la cantaba y decía: Si vienes hablarme de amor, háblame dulcemente, si quieres hacerme el amor, hazlo muy suavemente. Porque ando muy lastimado y me estoy levantando. Mi herida de amor, poco a poco va cicatrizando, por eso te pido no juegues con mis sentimientos, porque aún está muy sensible mi parte de adentro. Si no estás segura de ti, ya no des más de un paso, pues mi corazón ya no aguanta un nuevo fracaso, porque yo no estoy más a tiempo de andar malgastando mi tiempo. Por eso ten mucho cuidado… con mi corazón, que todavía duele, duele, esa herida me duele, duele y el recuerdo me hiere, hiere. No lo puedo negar, que todavía duele, duele, esa herida me duele, duele. Deja que un tiempo pase, pase y yo te pueda amar. Por eso te pido no juegues con mis sentimientos porque aún está muy sensible, mi parte de adentro, si no estás segura de ti, ya no des más de un paso, pues mi corazón ya no aguanta un nuevo fracaso, porque yo no estoy más a tiempo, de andar malgastando mi tiempo.

 

Gracias a Dios nunca tuve que cantar algo similar por un dolor de amor, porque el amor para mí siempre fue placentero y tuve la suerte de nunca tener una herida de amor, porque ame muy pocas veces y nadie me lastimo, al extremo de tener que pedir que tengan cuidado con mi parte de adentro.

 

Pero las fiestas de Navidad y Año Nuevo, siempre dejaron muy sensible mi parte de adentro, no por lo que me suceda a mí, sino por lo que sucede a otra gente que en esta fecha no tiene amor, no tiene compañía y en algunos casos ni techo ni comida. Me recuerdo que desde mis 12 años prácticamente nunca más volví a festejar esas fiestas en familia, hasta cuando me casé, es por eso que tengo la experiencia de la soledad. Un año después de la misa de gallo, me abracé a un árbol y derrame tantas lagrimas que el árbol me dijo: “Ya está de buen tamaño lloroncito” y desde ese día nunca más volví a llorar en esa fiesta, pero queda muy sensible mi parte de adentro.

 

Hace un momento se humedecieron mis ojos, pero no derrame una lagrima. Recibí la llamada de dos amigos, uno de ellos desde que tengo unos 6 o 7 años, el otro desde que tengo 15. Uno es Jaime y el otros es Juan Tadeo (el Gordo Miguel), ellos estaban tomando un café y comiendo unas empanadas a 1.000 kilómetros de donde estoy yo, ¡y yo trabajando…! Sentí tanta felicidad de escuchar la voz de ambos, que lograron que retroceda a esas épocas de mi vida y los percibí tan próximos a mí que si estiraba la mano los podía tocar, los timbres de voz de ambos no cambiaron, tampoco cambiaron sus palabras de amistad y los sentimientos que vuelan a la velocidad de luz, acariciaron mi corazón y me brindaron una gran felicidad.

 

Esa felicidad que acabo de sentir, proveniente de la parte más sensible que tenemos los seres humanos, me gustaría que esa sea la felicidad que podamos compartir todos los hombres de la Tierra, sin importar las condiciones sociales, económicas o políticas. Que hermoso seria si todos pudiéramos estrecharnos de esa manera sin sentir resentimientos ni odios, por ningún motivo.

 

Seguramente así será el fin del mundo, cuando se cumpla la profecía y escuchemos las campanas y trompetas y todos seamos una sola masa que solamente nos distinga lo que Dios mande.

 

El escribir esto me ha dejado tranquilo, relajado y lleno de felicidad, porque sé que ese lazo de amistad que me unió a mis amigos es indestructible.

 

Miguel Aramayo

SCZ.19-12-2017