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Había una vez un país

6 Abr

Había una vez un país

Había una vez un país, que tenía un nombre, que tenía una historia, que tenía un mar, un mar que nunca existió, o por lo menos que nunca lo usamos, ni para pescar, ni para bañarnos. Era un mar para las gaviotas y otros pájaros que producían guano, guano y salitre, salitre que se los vendíamos a los ingleses y playas donde habitaban muy poca gente y casi todos chilenos. Un mar que ahora sirve a los políticos, para sacarles las papas del fuego, ¡las papas calientes! Un mar para crear canciones, marchas, himnos, poemas, para resaltar patriotas y sobre todo para generar odio, odio a los chilenos, odio que nos comienzan a enseñar desde la escuela.

Un país que tenía una ilusión, que tenía indios, que tenía mestizos. Un país que nació por azar, porque los criollos que habían traicionado a los realistas (españoles) quisieron quedar bien con Sucre, ¡El Mariscal de Ayacucho! y éste quería quedar bien con su jefe ¡El Libertador Simón Bolívar!, un país que incluso tuvo su nombre asumido del nombre del Libertador, libertador que fue financiado por los ingleses para apoderarse de América y sacar a los españoles, para que los indios y mestizos cambien de amo.

Un país, que pese a los doscientos  años de independencia, se sigue mintiendo y aprovechándose de los indios originarios, de los cuales quedan muy pocos y son usados para las postales y “movimientos sociales” y que después de cuatrocientos cincuenta  años siguen explotados, siguen analfabetos, siguen ignorantes, siguen sin tener salud, sólo les brindan alcohol y promesas, promesas y alcohol, sólo cuando los necesitan para decirles que son movimientos sociales, o para fotografiarlos o filmarlos para las postales y la propaganda a Europa.

Había un país con control Político, con campos de concentración, donde entraban los políticos y otros ciudadanos que no comulgaban con el régimen que gobernaba, que gobernaba desde 1952 y que gobernó hasta 1964, (once años y unos meses) y cuyos descendientes ahora son del actual régimen (V.G.: El hijo del Elefante Blanco ¿y cuantos otros más habrá?…), régimen que le cambió el nombre al país, país que una vez hubo.

Había un país, país en el que existía una sección segunda, que era un organismo de contra inteligencia, y de matonaje, donde caían los opositores y eran torturados por expertos, expertos que incluso uno era chileno y otro cuyo nombre comenzaba con SAN y de santo no tenía nada, pero que le encantaba la sangre, especialmente la de los falangistas, también le encantaban  los gritos de cualquier opositor, al que le pegaban para que “cante” y si se negaba, le sacaban las uñas, lo electrificaban, los marcaban con fuego y después para que descanse lo pasaban a centros de reposo como: “Curaguara de Carangas”, “Uncía”, “Siglo XX”, “Huanuni”, después de haberlo tenido en las celdas de la “sección Segunda”. Cuando el trabajo era mucho o el cliente especial, el “San” se lo llevaba a las celdas que tenía en su casa, para poder hacer el trabajo personalmente. Ese santo cuando le tocó escapar tuvo trabajo inmediato en el Paraguay, donde había un militar que tenía los mismos gustos del santo boliviano.

Había un país, con censura a la prensa, con violación de correspondencia. Había “milicias armadas”, “comandos zonales”, “barzolas”, “buzos”, “corchos”, “traidores”. Había inflación, alto grado de corrupción, nuevos ricos a montones. Había negocios de droga, contrabando, incluso contrabando de oro y eso lo pillaron en país vecino, cuando el turquito contrabandista ocupaba un alto cargo en el gobierno. Robo de tesoros nacionales (venta de libras esterlinas victorianas, con mayor valor numismático, que el valor monetario, que usaron para el cambio). Había presos políticos a montones, torturados, desaparecidos, violados, exiliados. Había negociados a montones, fondos de contrapartida, cambio diferenciado. Había violación de los derechos humanos, impunidad. Había movimientos sociales, milicianos, barzolas, mineros, sindicatos fuertes, como el minero, el fabril. Había racionamiento alimentario, control de divisas, embargos, expropiaciones, robos, hurtos…

Ese país que hubo y que duró prácticamente hasta el 2006, porque después de ese año se comenzó a resquebrajar, hasta que un buen día cambió de nombre y ya no se llama lo mismo, pero que sigue siendo tan parecido a lo que fue en el periodo 1952 al 1964, que nacionalizo la minería, como el actual, los hidrocarburos, que hizo la reforma agraria, como lo que el presente pretende hacer con la confiscación de tierras improductivas, que creo el “día del indio” (2 de agosto) como el actual que creó su “día de fundación del nuevo país”, ¡nuevo país!, que de nuevo no tienen nada, que sigue con las mismas taras, los mismos políticos, los mismos pobres indios, los mismos métodos de enriquecimiento ilícito, los mismos métodos de discriminación, la misma democracia o quizá peor, mejor dicho mucho peor, la misma justicia o quizá peor, superlativamente peor. Pero sin tanto narcotráfico, el actual superó en eso a todos los anteriores, incluso al periodo de los militares que ahora están presos.

Un nuevo país, tan parecido al del 52, pero con un defecto adicional, sin oposición, sin los hombres valientes de esa década, sin tipos como Carlos Valverde, como Roca, Coronado, Oscar Unzaga, Mario Gutierrez, Melchor Pinto, Pepe Gil y tantos otros, tantos otros que no dejaron herederos de su estirpe, porque los tiempos cambian, porque la política es como las ensaladas, se mezclan, se misturan se aderezan, se salan, se aromatizan y de esa manera se pierde el sabor, el sabor original de sus componentes.  Los partidos políticos se dividieron, se juntaron en contubernios, nacieron otros, porque la torta es grande y apetecible, se repartieron ése país que una vez fue y que aunque hubiera cambiado de nombre sigue siendo y se lo siguen repartiendo, olvidándose de los pobres, de los que solo sirven para votar, pero no para elegir, porque los que nos gobiernan saben cómo repartirse la torta.

El país que fue y el país que es, es un país sin memoria, sin cerebro, es un país de instintos, ¡de bajos instintos!, de estómago, es un país que se alimenta de poquito, pero que cada vez defeca MAS. Por suerte la historia y las estadísticas dicen que no durará tanto como duró el partido del mono, o como duró el partido del militar, o el milico tarateño, que fue tan famoso por sus dichos y hechos y ahora tienen un competidor, o como él otro que prefirió el carnaval a defender el mar, o él que quiso que nos anexemos a un país vecino, un militar que fue el primer presidente descendiente de indios, por lo menos de madre india, que es lo que más valor da a las personas.

Este nuevo país tiene muy poco tiempo y no sé cuánto podrá resistir así, espero que como máximo sea lo que dice la historia y las estadísticas, once años, por lo tanto queda poco. Espero que no se cumplan los deseos de la reina Victoria, la que se enojó con el tarateño y borró del mapa, (al país que fue y que sigue siendo, aunque cambió de nombre y  de bandera, pero no de mañas), distribuyéndola entre sus vecinos.

Miguel Aramayo

SCZ. 06-04-2011

A tres días del 9 de abril de 1952 y a 59 años de esa fecha, fecha que marcó mi vida y cumpleaños de un gran amigo Dagner Rivero.