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La pulcritud en el lenguaje

24 Oct

La pulcritud en el lenguaje

Winston Estremadoiro

 

Bolivia es país de plato dominguero de bailarines revoleando chicotes, con diaria dieta de marchistas levantando puños. Ambos causan congestiones de tráfico y bilis. Esta vez fue un desfile de grupos ‘originarias’, como se autocalifican con barbarismo de yapa: un encontrón con algaradas de fin de semana que alternan con otras de días laborables. Además de whipalas, una comparsa desplegaba dos enormes “Union Jack”, que es apodo cariñoso del pendón británico. Pensé en nombre como “Llameros Amantes Émulos de James Bond”, a cofrades que quizá tendrían al embajador inglés de padrino, condescendiente a tal honor para no seguir los pasos al ausente de la legación de Estados Unidos.

 

Reflexioné que tal contrasentido se debe a mezcla de alienación e ignorancia, la misma reflejada en una de las marchas más populares en las bandas escolares: la de los Marines estadounidenses, que alardea de gestas bélicas desde pasillos aztecas de Moctezuma hasta arenas de Trípoli. Apuesto a que la mayoría no sabe por qué.

 

Después del secuestro al estilo FARC de un comentarista riberalteño, me arriesgo a meter la cuchara en trivial perorata sobre la acepción de “horda” de un futuro, dicen, ministro de Autonomías. Corcoveó tal mote a endiosados movimientos sociales, que cualquiera con dos dedos de frente sabe que no son espontáneos, sino aviados con petrodólares caribeños, como hoy llaman a los fondos reservados de ayer. Docto fue el sermón al opositor que les calificó de hordas, pontificando además que “son intentos de agregados colectivos precivilizatorios”, neologismo este último que engrosa mi colección de ocurrencias lexicológicas.

 

Me remití al Diccionario de la Real Academia Española, para evidenciar que horda tiene doble significado: tanto comunidad de salvajes nómadas como grupo de gente que obra sin disciplina y con violencia. La segunda acepción le cae a los movimientos sociales, si bien en ellos exhiben disciplina férrea los que registran la asistencia para repartir viáticos o castigar ausentes. También los capos gobiernistas poco dignos que los instigan, sea para tomar prefecturas, como en Pando, o para quemarlas, como en Cochabamba.

 

Se habló de corrientes sociológicas, así que consulté un diccionario de sociología. Horda figura como “grupo social vagamente organizado. El término es de muy dudoso valor científico por cuanto se aplica a grupos que oscilan, en tamaño, desde la pequeña banda, como en Australia, a la aglomeración de tribus, como en el Asia Central.” Dudoso será su valor científico, pero pocos negarán su peso demagógico y vandálico en el accionar populista.

 

Recordemos que las palabras tienen sesgo valorativo y las lenguas no son estáticas, sino en perenne evolución. Sobre lo primero, no es lo mismo el “camba ‘e mierda” cariñoso con que alguno celebra mis ingenios, que la frase de otro que festeja la ineficacia estatal en proveer diesel para la agroindustria de los “cambas de mierda”.

 

Lo segundo trae a colación que pronto los Estados Unidos tendrán mayor número de hispanohablantes que España, diga usted. Serán la segunda potencia del idioma de Cervantes, después de México con sus 106 millones de hablantes. La número uno si logran la proyección de 132 millones de personas con el español de lengua materna a partir de 2050. Habrá que acostumbrarse a albañiles mejicanos en Chicago, que trabajan con hamo y niles, corrupciones del inglés ‘hammer’ y ‘nails’ con que rebautizaron al martillo y a los clavos.

 

Me lo recordó un amigo a tiempo de lamentar un supuesto anglicismo en la palabra spot. No cumpita, spot figura con dos entradas en el diccionario español. Evidencia que pusieron baterías a los viejecitos de la Academia de la Lengua Española, para acelerar la incorporación de palabras foráneas que el uso ha apropiado en el lenguaje de la gente. La permeabilidad lingüística casi camaleónica ha convertido al inglés en lengua franca mundial. Es inevitable por el vertiginoso avance de la tecnología cibernética. Lo que es yo, prefiero laptop, “encima la falda”, a computadora portátil, sin llegar a deformar como hacía mi suegra, el control remoto de la tele a “terremoto”, que los españoles insisten en nombrar “mando a distancia”.

 

Las conclusiones de la última Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), reunida en Madrid los primeros días de octubre, no solo son jeremiadas de los atropellos al cuarto poder por mandamases que creen durar para siempre. El presidente de la Academia Argentina de las Letras sostuvo que “la prensa mantiene la corrección en el idioma y no así la televisión y la radio”, lamentando el empobrecimiento gradual de los comunicadores. “Esto está relacionado con la educación”, insistió, “y con el pésimo manejo que se sigue dando al sistema oral”. Agregó que los maestros no se preparan para el lenguaje mediático. Antes se manejaban con 1.200 palabras y ahora se han reducido a 600 vocablos. Eso le digo a alguno que critica mi prosa rebuscada.

 

Hay diferencia entre barbarismos y bolivianismos. Los unos merecen guascazo en potopelao. El “concisó” de un dignatario queriendo decir resumió; los locutores futboleros, que además imitan dejo porteño como loros: hasta los abogados se han contagiado de su ‘recepcionó’ en vez de recibió.

 

De bolivianismos gusto del quechuañol sunch’u luminaria, sinónimo del camba fuego e’ chala, en sentido de alguien pomposo de ideas fofas. Describe al mandatario que patea la castellano, alardeando que no hay más analfabetos aquí y allá en Bolivia. No le creo, aparte de que es como festejar la invención de la rueda en el mundo andino, una innovación traída por europeos, cuando hoy se mide el analfabetismo ya no en leer trabajoso y escribir tembloroso al firmar actas de votos consigna en sufragio chanchullero, sino en dominar la computación.           
 
     

winstonest@yahoo.com.mx