Las abejas “señoritas” de junto a mi ventana del escritorio
Estaba pensando en escribir algo y mientras hacía divagar mi mente en busca de argumentos para plasmarlos en el papel, quedé absorto mirando por la ventana de mi escritorio y pude fijarme que las abejitas que tienen su colmena en la toma de corriente del jardín, estaban trabajando laboriosamente en colaborar al ingreso de sus compañeras que venían llenas de néctar, néctar que habían recolectado en las flores del jardín.
El grupo de esas abejas que sobrevolaban formando un enjambre junto a la ventana, se confundían entre las que venían cargadas de néctar, las que ayudaban a las que estaban cargadas y las que simplemente volaban en espera de cumplir el rol que les correspondía en el enjambre, porque aunque no parezca, cada una tienen que cumplir un rol, pero no sólo un rol impuesto por la naturaleza y su instinto o genética, no, debían cumplir las órdenes emanadas de la reina, ordenes que venían por un conducto regular y que no tenían opción de omisión por parte de las obreras.
Un grupo de abejitas que se separó del enjambre, se posesionó en un lugar que era más próximo a los vidrios de la ventana y como que ese grupo quería expresarme algo. Me puse más atento y aproximé mi silla casi hasta que mis rodillas toparon la ventana, me recliné para poder acercar más mis ojos a ese grupo de abejas y, aunque ustedes no crean, ellas comenzaron a volar en formación y a configurar lo que parecían letras, que en realidad eran letras, que constituyeron palabras, palabras que se ordenaron en frases, como si se tratara de una formación de aviones acróbatas, que escriben una propaganda en el cielo junto a las playas, para capturar la atención de los bañistas. Lo que hacían las abejas, era lo mismo, pero con mayor perfección, en lugar de ser propaganda estaban enviándome mensajes.
Era muy bonito y tierno lo que estaban haciendo esas abejas, me preguntaron por mis nietos que están en Dubai y que aparentemente, mejor dicho con toda seguridad, eran extrañados por las abejitas que se habían acostumbrado a verlos y oírlos, en el jardín de la casa y en interior de mi escritorio. Querían que yo les dé razón de ellos y responda a sus mensajes. Me preguntaron por María Laura, por Fabiana y por José Miguel, querían saber: ¿Dónde estaban viviendo?, ¿cuándo vendrían?, ¿por qué se fueron?, ¿si la estaba pasando bien?
Para poder responderles use un marcador grueso, un cartón en blanco y fui respondiendo a sus consultas, de una, en una. Cada vez que respondía a sus consultas el pequeño enjambre de abejas preguntonas se reagrupaban formando un “OK”, el mismo que se desbarataba a toda velocidad, como si se tratara de humo que lleva el viento y daba lugar a la próxima interrogante, que era escrita a la misma velocidad, pero por partes.
Así transcurrió el tiempo, hasta que yo respondí a todas y cada una de sus interrogantes, hasta que lo último que hicieron es formar una oración mucho más larga que decía: “Muchos saludos, besos y felicidades por esta Navidad y el próximo año, para los pelaos y sus padres. Los queremos y los esperamos en julio del 2010”. Lo interesante de cuando escribieron esa frase fue su conformación, primero se apreció: “Muchos saludos, besos y…”, y mientras desaparecía lo anteriormente escrito: “muchos saludos”. Se observaba la continuación de la frase: “…besos y felicidades por esta Navidad y…”. Así hasta que se completó el mensaje, que enviaron las abejas a mis nietos y sus padres.
Respondí agradeciendo el mensaje, e indicando que avisaría de ese cariño a mis nietos que están en Dubai. Las abejitas se volvieron a integrar al grupo grande y entre todo el grupo se pudo notar que se reagruparon y formaron ¡un gran corazón…!, y luego “unos labios que enviaron un beso”. Con la mano hice señas de despedida y de mis ojos se desprendieron unas lagrimas, lagrimas como perlas, perlas que fueron escurriendo por mis mejillas, hasta caerse mi barriga, que las absorbió inmediatamente.
Miguel Aramayo
SCZ. 13-12-2009
