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Lugano.

12 Oct

Lugano.

Recibo  una llamada de mi amiga desde Suiza, que sin esperar escuchar mi voz, me pregunta:  –¿Conoces Lugano? –¿Te gustaría pasar unos días, o por lo menos un fin de semana en Lugano?

 

Sorprendido respondo: –No conozco Lugano, pero he leído algo sobre ese lugar. –Me gustaría, no sólo porque sé que es un lindo lugar para pasar una vacación en verano, sino que para poder estar con usted, con usted me siento tan bien, que podría ir al lugar más feo y frio del mundo y sé que la pasaría bien.

 

¡Que galán!, ¡que romántico!, ¡que zalamero…!

 

–Se lo digo de corazón, es la pura verdad. –Pero dígame ¿qué se le ocurrió para proponerme ese viaje?

 

–Hace mucho que no estamos juntos, desde su última farra, en la que me confundió con B.B.

 

–Tengo unos días libres en el Banco y como usted dispone de su tiempo a su antojo, pensé que deberíamos aprovechar de que este verano está muy lindo.

 

–Acepto, ¿Cuándo programamos el viaje?

 

–Déjeme que haga todas las reservas y le pase el itinerario, el aeropuerto donde debe llegar, yo lo esperaré con mi auto.

 

El aeropuerto al que debía llegar se denominaba: Aeroporto di Lugano-Agno. Que se encuentra en el cantón de Tesino (Suiza). De allá me recogió mi amiga, como era viernes y ya era tarde, nos fuimos al hotel para registrarnos y dejar nuestro equipaje. Después salimos a buscar donde comer. Nos fuimos a un restaurante que se llama “Pasta e Pesto”, porque era eso que queríamos comer. Ni bien entramos solicitamos la atención.

 

Estábamos sentados en el restaurante y en una mesa contigua a la nuestra se encontraban dos señoras mayores, vestidas muy de acuerdo a su edad, se notaba que eran de un nivel social alto, no sólo por las joyas que las adornaban y por la ropa, también por sus modales y aspecto, de lejos se las veía distinguidas.

 

En voz muy baja hicimos un comentario, pero las damas, ni se dieron cuenta, que estaban en compañía de gente, gente que podía captar su conversación, sin ninguna dificultad, tan sólo quedando en silencio y poniendo atención a lo que hablaban.

 

Una de ellas la que parecía más joven decía: –Me he casado dos veces y he tenido varias  parejas, que algunas veces me olvido de alguno de ellos. –Fue tan bella mi vida que hasta ahora que enviude por última vez, los recuerdo a todos con mucho cariño. –He tenido bellas experiencias y cada uno de mis amores, ha ocupado un lugarcito de mi corazón, en ningún caso se han sobrepuesto en mis sentimientos, cada uno tuvo su espacio, cada uno me dejó algo bueno. –Siempre fui fiel y si no murieron, que fueron dos los que despedí de esa manera, los otros fueron ocasionales, pero estables y cuando llegamos al fin lo hicimos de mutuo acuerdo, pero incluso esos tienen su lugarcito en mi corazón. –Con el que vivo ahora, es un amor de gente, ya estamos juntos hace unos diez años, pero seguimos tan intensos como cuando nos conocimos, realmente disfrutamos nuestra vida en común. Lo que a veces me da pena, es no haber tenido hijos, pero no fue por falta de esmero, Dios lo quiso así y yo a Él no le discuto. “Lo mejor es lo que pasa”.

 

–En cambio yo, –dice la otra señora. –Sólo el marido que tengo hasta ahora, que espero dure un poco más. –Si hubiera sido por mí, hubiera preferido que los hijos que tengo, hubieran sido por inseminación. Lo único que me molesta del matrimonio, es tener que soportar esas exigencias. –Después de haber tenido a mis hijos me hubiera gustado ser monja, pero con hijos no se puede. –Algunas veces me pongo a pensar y creo que si él fuera infiel, me quedaría en el molde, porque es una forma de que no solicite, ni exija y de esa manera la vida sería más feliz para los dos. Claro que ahora quienes llenan mi existencia son los nietos, los adoro y borran en mi cualquier inconveniente.

 

La conversación de esas dos señoras, nos dejaron silenciosos, comimos pastas, ravioli genovesi al pesto. Tomamos un buen vino italiano, un Lechthaler, Pinot Nero del 2006. De postre unos helados de menta, porque después nos fuimos a un bar a escuchar musica y tomar un champagne. Estando en el bar escuchando un piano y un saxo, degustamos con toda tranquilidad un champagne y nos pusimos a conversar sobre lo que habíamos escuchado de la charla de esas dos señoras. En ese momento nosotros estábamos entre los 25 y 30 años, ellas, las señoras del restaurant entre los 65 y 70 años. Por la diferencia de edad nosotros las catalogábamos como muy mayores, pero el tema de la edad es algo relativo y con seguridad, ellas nos veían a nosotros, aunque en realidad ni se dieron cuenta de nuestra existencia, ellas estaban en su mundo y nosotros no éramos más que simples pelados.

 

El tema del que hablaban, era profundo y mostraba la gran diferencia entre una y otra, pero al mismo tiempo las dos siendo mujeres, se sentían felices, lo cual demostraba que el aspecto físico de los seres humanos no es el factor principal de felicidad, la felicidad es mucho más compleja de analizar, el amor es digno de observarlo con cuidado, porque la parte física, la parte material no es lo más importante, la parte espiritual es mucho más importante para el funcionamiento del amor, pero también esa parte espiritual es relativa, por cuanto para una, ese amor material le dejaba recuerdos espirituales que le proporcionaban felicidad, mientras que en la otra señora, los aspectos materiales le disgustaban y le daba valor a la parte espiritual, incluso considerando que la parte material le producía rechazo, pero no por eso le dejaba algo satisfactorio en lo espiritual.

 

Después de hablar mucho tiempo sobre el tema y comparar a otras personalidades de la historia, como algunos santos y santas, militares, políticos, nobles, plebeyos. Personajes de diferentes culturas y religiones, de las que teníamos algo de conocimiento, por amistades próximas, artistas, o personajes históricos.

 

También expusimos nuestras dudas en cuanto a lo que opinan algunas religiones sobre los aspectos de pareja, tomando el celibato que se imponen los católicos, que eligen el estar apegados a Dios, comparados con el tipo de unión que permite Ala a los musulmanes, o incluso a los mormones, también analizamos la religiosidad en el caso de los judíos, o de los evangelistas, anglicanos, luteranos.

 

Cuando nos dimos cuenta que habíamos agotado el tema, que estábamos divagando y que ya habíamos dado fin de los que estábamos tomando, pagamos la cuenta y nos fuimos caminando hacia el hotel. Nos alojamos en el Hotel Casa delle belli arti. Camino al hotel, casi no hablamos, mejor dicho, ¡no hablamos…!, pero caminamos tomados de la mano, contemplando el cielo estrellado, la luna en el primer cuarto menguante, como si fuera una carita triste. Pero como el silencio no quiere decir que las mentes están en blanco, tengo la seguridad que ambos seguíamos rumiando la conversación de las dos señoras. En resumidas cuentas esas dos mujeres nos condicionaron la vida de la primer noche que programamos pasar en Lugano.

 

Cuando llegamos al dormitorio tomamos un agua mineral con gas y mi amiga me preguntó: –¿Vos me ves como algo material o espiritual?

 

Le respondí: –Yo veo el amor como una mezcla de ambos, no puede ser únicamente espiritual, porque no somos espíritus y tampoco puede ser totalmente material, porque no somos animales, y si lo somos, tenemos el soplo Divino que nos proporciona ¡alma!, ¡espíritu! Y por consiguiente, un verdadero amor debe ser la mezcla de ambos, quizá algo más espiritual,   para hacerlo más romántico. Pero en este momento: –¡Soy un lobo…! Y ¡me la voy a comer…! Con lo cual, pusimos punto final a la charla de las señoras y nos concentramos en nosotros, amándonos como lo sabemos hacer siempre. Nos olvidamos total y definitivamente de las señoras que trastocaron nuestra rutina.

 

Al día siguiente, después de un frugal desayuno, salimos a pasear por Lugano, que es la ciudad más grande de Suiza, un centro financiero muy importante y en verano es un centro turístico, la lengua que más se habla es el italiano y por lo tanto yo me sentía muy bien porque hablo un poquito y comprendo casi todo, de todas maneras mi amiga domina el francés.

 

Fuimos al lago que está muy cerca del hotel elegido por mi amiga. El lago de Lugano es de agua dulce, más azul que el cielo, también llamado Ceresio, es un lago alpino que se extiende entre el cantón de Tesino en Suiza y las provincias de Varese y Como en Italia. Es la frontera entre ambos países, pero con más carisma de italiano que de suizo, con lo que quiero decir que es más bullicioso, más latino, más cariñoso, más melodioso, más alegre.

 

Vimos la Colección Thyssen, que estuvo instalada en la mansión familiar de Villa Favorita desde los años 30. Una galería construida ex-profeso albergaba las obras maestras de la colección y atraía a miles de turistas-

 

Conocimos y escuchamos la misa en la preciosa y elegante catedral, dedicada al Santo Lorenzo, a media altura de una colina por la que podemos trepar gracias a calles adoquinadas, flanqueadas por pequeños edificios que albergan tiendas y bares de los más variados estilos y formas.

La iglesia está siendo sometida a una febril restauración, que poco deja para visitar del interior, apenas alguna capilla y algunos pasillos desde donde poder disfrutar de los maravillosos techos recién acabados y atisbos de cómo quedará cuando concluyan las obras.


Para subir a San Salvatore, que además es una de las cosas absolutamente imprescindibles que hay que hacer en esta ciudad, hay que tomar un funicular que se encuentra en la zona de Paradiso. Se sube en dos tramos y, por tanto, hay que hacer una especie de transbordo. Es un paseo rápido y te permite, como la mayor parte de los trenes cremallera de este tipo, tener unas grandes vistas durante la subida. Lo que luego se ve después, mejor contarlo aparte. Pero es espectacular.

 

 

Miguel Aramayo

SCZ. 11-10-2014