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Mi cumpleaños.

29 Sep

Mi cumpleaños.

Hace un momento hablé con mi madre, y sus palabras fueron tan tiernas, que pese a los años transcurridos, me sentí un niño, un niño mimado. Retornaron a mi mente todos esos recuerdos: sus mimos, sus cariños, sus risas, sus cuentos, sus canciones. Los primeros pasos bailando sobre sus pies,  agarrado de sus piernas. Sus caricias cuando estaba enfermo, pero también las enemas, por los empachos de frutas verdes, o las curaciones de los golpes que me daba, por mi intranquilidad. También me recuerdo, de sus primeras poesías y de rezar pidiendo por todos.

 

Todavía siento los sabores de los manjares que preparaba, tanto en comida, como en repostería. De las largas charlas sobre el acontecer diario, sobre sus experiencias y las recomendaciones de lo que me deparaba de la vida. Siempre hablamos con total sinceridad y sin tapujos, siempre me supo comprender, como bebe, como niño, como adolecente, como joven y como adulto, pero ahora que pasaron tantos años me sigue hablando como si fuera su chiquito mimado, preferencia que nunca escondió y que supe apreciar y corresponder.

 

Desde mi nacimiento hasta ahora siempre tuvimos una comunicación fluida, confidente y correspondida, incluso en los momentos que cuando la comunicación, pese a ser por carta y en correo “aéreo”, entre ir volver, algunas veces transcurrían hasta un mes.

 

En mi mente surge el recuerdo de una palabra, ingrata, pero frecuente: ¡Divorcio…! Y fui yo, que desde la primer vez que la escuché en labios de mi madre, que con insistencia y suplicas le pedía que no llegue a concretarse eso, hasta que un día, después de cincuenta y cinco años de haber escuchado esa palabra, ¡di mi aceptación…!, y se concretó la separación. En ese momento me di cuenta que yo fui el freno para que eso no sucediera cuando yo era un niño, un niño mimado. Ahora me doy  cuenta que la principal causa para esos problemas era yo y el exceso de amor que me brindaba mi madre, notorio a todas luces y hasta con las luces apagadas, pero también fui yo, quien impidió que eso sucediera, hasta que fue inevitable, pero como una simple separación y no como un divorcio real.

 

Ahora que mi padre ya está en la eternidad, agradezco la dureza con la que me crió, porque la combinación de esa estrictez, impuesta por mi padre,  y el exceso de amor de mi madre son las guías que me formaron y de las cuales se pueden enorgullecer ambos, porque disfrutaron de los nietos, e incluso de los bisnietos, que fueron el premio a sus esfuerzos que pusieron para criarme a mí y mis hermanos.

 

 

Miguel Aramayo

SCZ. 29-09-2014  Día del arcángel San Miguel.