Constantemente veo irrespeto a todos los niveles, no son solamente los jóvenes los que perdieron todo concepto de moral, respeto. Generalizo, porque los buenos son los menos. Los políticos en general desconocen totalmente lo que significan esas palabras: “Moral”, “Respeto” y ni que decir de las normas de urbanidad, ceo que ni los diplomáticos de nuestro país y de muchos otros conocen de la existencia de esas normas de educación que rigen la convivencia social.
Si hablamos de religión, es algo que se está perdiendo, por lo menos en lo que es occidente, ver tipos como Bolsonaro o Putin, son excepciones, Claro que también he visto algunos congresos, como el de Chile que comienzan pidiendo la iluminación y protección de Dios, eso es algo que reconforta. Reconforta, porque por la formación que tengo, encuentro que lo más importante en un individuo y en una sociedad es el respeto y el principal respeto es a nuestros superiores, comenzando por el Ser Supremo de nuestra creencia y esto es incluso respetando que los hombres podemos tener diversas creencias, hasta los ateos, deben ser respetados.
Me molesta leer o escuchar pronunciar palabras hirientes e incluso obscenas contra nuestras autoridades, creo que podemos, y debemos, criticar lo malo que hacen, pero para eso se deben guardar normas de educación (urbanidad), la urbanidad no es sinónimo de hipocresía, son normas de respeto. Esto es para ambos lados, porque el oficialismo es idéntico a la oposición, después de todo ambos son la misma calidad de gente.
Acabo de leer un artículo de Vladimir Putin, un estadista singular, Padre Alfredo Sáenz (1-2) Javier Olivera Ravasi, el 29.09.15. Es un artículo muy extenso, quizá más de catorce hojas y por lo tanto no me animo a transcribirlo, pero trataré de explicar en muy pocas palabras lo que me impresionó de lo expresado en ese artículo de prensa, mejor dicho, la conferencia del Padre Alfredo Sáenz (revista católica argentina, Gladius). Lo comparto, porque nosotros vamos a la deriva y mucho más con la última ley.
Los orígenes del cristianismo en Rusia se remontan al año 988 y coinciden con el bautismo del príncipe Vladímir, en Constantinopla, al que siguió la evangelización del principado de Rusia. Más adelante la invasión de los mogoles, que cubrieron el mapa de la vieja Rusia. El pueblo ruso, un pueblo entonces acosado, encontró su sostén en la Iglesia. En ese período, el centro religioso y político fue transferido de Kiev a Vladímir en 1299 y luego a Moscú en 1322. Durante esos años los príncipes se fueron capacitando para enfrentar a los mogoles, y bajo el mando del príncipe Dimitri Donskoi, vencieron definitivamente al ejército mogol en la batalla de Kulikovo. En 1453 Constantinopla, a la que adhería la Iglesia rusa, fue conquistada por el Imperio Otomano. Bajo el gobierno de Pedro el Grande y de Catalina la Grande, la Iglesia ortodoxa se vio subordinada al ámbito político. Tras la caída del último zar, Nicolás II, el bolchevismo llevó adelante una gigantesca obra de laicización del pueblo ruso.
Vladímir Putin (Doctorado en derecho, igual que sus colaboradores actuales, con títulos universitarios) nació en “Leningrado”, la antigua San Petersburgo, el 7 de octubre de 1952, en el seno de una familia muy modesta, su madre lo hizo bautizar en la catedral de la Transfiguración de aquella ciudad, y ello en el mayor secreto. Toda su juventud se desarrolló en Leningrado. En esos años sintió deseos de servir a su país en el campo de la información, más concretamente, en la KGB. Putin sostiene que Rusia ha pasado por un desierto espiritual, camino a un reencuentro con sus raíces. Así, dice, “los rusos han vuelto a la fe cristiana sin ninguna presión por parte del Estado ni tampoco de la Iglesia”.
En el congreso del 10 de noviembre de 2014 aprovechó para decir que en esos actos él se expresaba con total libertad: “Voy a hablar clara y sinceramente. Algunas cosas pueden parecer duras. Pero si no hablamos directa y sinceramente de lo que realmente pensamos no tendría sentido reunirse en esta forma. Entonces habría que reunirse en alguna reunión diplomática, donde nadie dice nada claro y, recordando las palabras de un conocido diplomático, podemos indicar que la lengua les dio a los diplomáticos para no decir la verdad”. “¿Quiénes somos? ¿Qué queremos ser?, suenan en nuestra sociedad cada vez más fuerte. Hemos dejado atrás la ideología soviética y no hay retorno. Está claro que el progreso es imposible sin lo espiritual, cultural y la autodeterminación nacional. De otra manera no seremos capaces de soportar los desafíos internos y externos, y no podremos tener éxito en la competencia global”.
Esto nos podría servir de ejemplo, más que el fracasado socialismo del siglo XXI o la “Pachamama” de algunos.
Miguel Aramayo
SCZ.21-03-2019