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Noches Blancas.

26 Abr

Noches Blancas.

Conversando con mi nieto mayor, me comentó que el cuento “Noches Blancas”, de “Dostoievski”, era algo romántico y muy bonito para leerlo. Después de colgar el teléfono, lo primero que hice fue buscar en Wikipedia y leer el resumen. No leí, lo devoré y pienso que si me pongo a leer el cuento, que es más o menos largo, dejaré de hacer otra cosa, por lo tanto lo postergaré para la próxima semana.

 

Pensando en las “Noches Blancas”, se me ocurrió escribir lo que viene a continuación: Por más que vivamos entre mucha gente, tanto en la casa como, en la oficina y en todo el entorno que debemos frecuentar, algunas veces nos sentimos solos, tan solos que podemos asegurar que somos los únicos en este universo.

 

El hecho de tener que compartir con muchas personas, no quiere decir que estemos acompañados, simplemente estamos cumpliendo una función en esa máquina que se llama sociedad y debemos realizar tareas, responder consultas, formular preguntas y todo lo que conlleva el pertenecer a esa máquina, que en algún momento se llama “hogar”, oficina, clientes, proveedores, etc. y en cada caso en particular cumplir las funciones, funciones para las que fuimos diseñados, cumpliendo el rol que nos corresponde, sin olvidar la gentileza, la urbanidad, el respeto; de manera que la función que nos corresponda se cumpla a cabalidad.

 

Pasado eso o quizá, mientras eso sucede en los diferentes roles, nuestro ego, nuestro espíritu puede estar vacío, estar sólo, he incluso, pese a estar rodeado de un ambiente festivo, se abstrae y se ve solo, porque todo lo que sucede a nuestro entorno, no es más que una grabación, un video que forma parte del funcionamiento de la máquina.

 

La primer noche a la que se refiere el “relator” del cuento, la he vivido en innumerables veces, creo que hasta hoy todavía la vivo. Siempre me veo como un joven soñador y solitario y me imagino una vejez solitaria. Muchas veces me encontré con jóvenes llorando, como la de las Noches Blancas, como Nástienka. Y siempre encuentro en ellas algún hechizo.

 

En un segundo encuentro, nos presentamos hacemos amistad, al contarnos las historias de nuestras vidas. Algunas veces pienso, que ese encontrar compañía, me lleva a Nástienka como si leyera el libro de Dostoievski. Después de asegurar la amistad de mi interlocutora, me siento liberado de mi soledad o por lo menos solo que antes del encuentro con la persona. Persona, que me contó su historia, con lágrimas en los ojos.

 

Al igual que el narrador, después de un segundo encuentro, caigo en cuenta que puede ser que esté enamorado platónicamente de ella, mi interlocutora. Sin embargo, les ayudo a escribir cartas y oculto mis sentimientos hacia ellas. Pero pierdo las esperanzas de esos ensueños, sueños que elucubran mi soledad aparente. El narrador, en el cuento de “Noche Blanca” se ve desesperado por su amor no correspondido y se empieza a sentir alienado por ella.

 

En el cuento de Dostoievski, el prometido de Nástienka no ha aparecido, y finalmente ambos, el Narrador y Nástienka,  se revelan su amor, al decir Nástienka que ha perdido el amor por él. Hacen planes de boda y ella le ofrece el alquiler de la habitación de arriba. Cuando se van a despedir, aparece el prometido, vuelve un segundo con el narrador, le besa en los labios, pero marcha con el otro señor.

 

Como  todos los cuentos tiene un final feliz  el narrador recibe la carta de su amor platónico en la que ella lo llama a formar parte de su vida, pero él se convence que es solo. Él se niega a ello, pero agradece sinceramente la oportunidad vivida de compartir con otra persona la felicidad efímera de unas «noches blancas».

 

Miguel Aramayo

SCZ. 26-04-2015