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Recordando

4 Mar

Recordando

Recordando

 

El tiempo ha pasado y el relator de esta historia contaba lo que sucedía o, dicho de otra manera, lo que acaeció con el individuo de este relato.

 

Era un hombre que mostraba una vida muy fácil, viajaba por todas partes del vasto universo y, particularmente, del globo terráqueo. Era un trotamundos incansable, que además tenía la facilidad de hablar con los animalitos, mariposas, hormigas, toros, abejas y cuanto bicho se le presentaba. También hablaba con personajes de este mundo e incluso de otros, con ángeles y apariciones que podrían haber sido reales o ficticias, como simples alucinaciones.

 

Tenía la capacidad de desplazarse por cualquier medio de locomoción, incluso por alfombras voladoras. Subía al cielo usando escaleras o volaba con mucha facilidad. Se transportaba a lugares extraños y conversaba con personajes que habían vivido muchos años atrás, como Abraham, Isaac, Jesús y María Magdalena. No tenía dificultades con los idiomas porque tenía un compañero de aventuras que siempre estaba con él, que podía hablar cualquier idioma y se comunicaba con él en forma telepática, escondiéndose de manera que sabía todos los idiomas. Con este mismo amigo, poseían brebajes que les permitían disminuir de tamaño en forma inmediata y a estaturas increíbles, adecuando incluso la vestimenta a estas características físicas.

 

Ahora ese personaje se apagó, ya no hace todo lo que antaño lograba hacer para sorprender a todo su entorno. Sigue vivo y viviendo en el mismo lugar, aunque ahora casi no se desplaza a Francia, su antigua residencia. Pareciera que la pandemia le mermó en esas habilidades, incluso podría ser que enfermó de COVID y esa plaga hubiera sido la causante de ese cambio radical. Ahora solo medita en él y para él, culpándose de culpas que muestran ser aparentes y sin un fin razonablemente real.

 

Todo cambia con el pasar de los años y la evolución propia de las personas, pero por lo general esas modificaciones no son radicales al extremo de mostrar seres diferentes, que no hubieran alterado su substancia al extremo de aparentar ser otros entes. El relator quedó sorprendido y se propuso analizarlo en detalle para poder establecer las causas que produjeron esos cambios abruptos. Incluso dentro de sus planes estaba el poder abordarlo y obtener la información directamente del personaje.

 

El relator, intrigado por el cambio de actitud del personaje, decidió abordarlo y obtener la información directamente de él. Se dirigió a su casa y lo encontró meditando en el jardín. El personaje lo saludó con una sonrisa, pero el relator pudo ver en sus ojos una tristeza profunda.

 

—¿Qué te ha pasado? – le preguntó el relator.

 

El personaje suspiró y respondió: —He perdido la magia.

 

—¿La magia? – preguntó el relator, confundido.

 

—Sí, la magia que me hacía ver el mundo de una manera diferente. Ahora todo es gris y aburrido.

 

—¿A qué se debe? – preguntó el relator.

 

El personaje se quedó callado por un momento, como si estuviera buscando las palabras adecuadas.

 

—Creo que es culpa mía – dijo finalmente. —He cometido muchos errores en mi vida.

 

—¿Errores? – preguntó el relator. —¿Cómo cuáles?

 

—He sido egoísta, he lastimado a los demás, he desperdiciado mi tiempo.

 

El personaje comenzó a llorar.

 

—Ahora me doy cuenta de que podría haber hecho las cosas de manera diferente.

 

El relator se acercó al personaje y lo abrazó.

 

—No es demasiado tarde para cambiar – le dijo. —Todavía tienes la magia en ti.

 

El personaje se secó las lágrimas y miró al relator.

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—Gracias – dijo. – Creo que tienes razón.

 

El personaje se levantó y se dirigió a su casa. El relator lo siguió, esperanzado de que el personaje pudiera recuperar su magia.

 

Miguel Aramayo

SCZ.17-10-2023