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Solo, pero con Dios.

3 Nov

Solo, pero con Dios.

Estaba en el bosque, solo, tan solo, que ni los mosquitos se aproximaban a mí. Todos los bichitos que estaban en el entorno, no me daban ni cinco de pelota. Caminé, caminé tanto, que me dolieron las piernas, no sentía mis pies, se habían adormecido de tal manera que no los percibía. En el borde de una gran raíz, de un gran árbol, un árbol tan grande que para poder ver donde terminaba debí inclinar mi cabeza hacia mi espalda, hasta que sentí un dolor en cuando pude ver el cielo, allá estaba la copa del árbol en cuyas raíces me había sentado.

 

Bajé la cabeza y me sentí una insignificancia, una total insignificancia, en torno a esa exuberante naturaleza, árboles como el que acababa de observar, abundaban en el bosque en el que me encontraba en ese momento. Cabizbajo y con los ánimos por los suelos, me puse a pensar en mí y en toda la humanidad, también pensé en Dios y, eso me reconfortó, porque era tan insignificante, era tan pequeñito, tan diminuto, que hasta una bacteria podía ser más grande que yo.

 

Pero ni esos árboles inmensos, ni toda la bella naturaleza que me rodeaba, ni todo el reino animal, ni todo el reino vegetal, ni todos los microorganismos, los astros, las estrellas, las flores, las mariposas, los peses y todo lo bello que contiene la naturaleza, nada pude ser más grande que yo, ¡pobre hombre pequeñito…! Porque todo eso fue creado por Dios. Yo también fui creado por Él, pero a diferencia de todo lo que me rodea, sólo el hombre tuvo el soplo divino y, por lo tanto al pertenecer a ese género, ¡yo también fui creado por Él…!

 

Y, haciendo caso a lo que dice mi religión: Fui creado “A su imagen y semejanza”, por lo tanto, no tengo porque sentirme pequeñito, insignificante. Si toda la exuberante vegetación, si ese universo imponente, si todos los seres vivos que habitan este planeta fueron creados por Dios, ¡para que yo pueda usufructuar de toda esa belleza…!, si Él me puso como propietario de ese universo. ¿Por qué sentirme solo e insignificante?

 

No tengo porque sentirme chico, por más que en este momento me sienta tan solo, tan abandonado, si esa es una simple impresión que está creando mi ego, tan sólo para mortificarme. ¡Soy grande…!, porque me hizo Dios y, no estoy solo, todo lo que me rodea es mío y fue creado para mí. Solamente debo cuidarlo para compartirlo con otros seres iguales a mí. Seres que quizá en otras latitudes se sientan tan solos, solitos, como me sentía yo hace un momento antes de ponerme a escribir.

 

Ahora, en esa fracción de tiempo, que transcurrió desde que inicié esta escritura, hasta ahora que pienso dejar de escribir, me siento alguien súper privilegiado, porque me siento hijo de Dios y que todo lo que me rodea, ¡es para mí…!, aunque no es mío en exclusividad, porque lo debo compartir mientras este aquí, porque cuando parta a la eternidad, lo único que me acompañará será mi alma, que tampoco estará sola, porque en la eternidad, ¡seremos muchos y todos con Dios…!

 

 

Miguel Aramayo

SCZ.03-11-2014