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Somos un archivo de recuerdos

20 Oct

Somos un archivo de recuerdos

Nuestras neuronas clasifican todo lo que tenemos en el cerebro, de manera que, a una simple señal, emana todo lo que fue incentivado. Si son temas de conocimiento los tiene segregados por materias, de manera que la búsqueda es más simple y concreta, si es literatura retornan a la realidad el nombre del autor y fragmentos del libro, lo que más te impresionó de ese título o de ese escritor. Pero si el recuerdo es de una película retorna no sólo el nombre, los actores, sino que se reproducen fragmentos de las escenas.

 

Cuando los recuerdos que retornan a tu mente son de personas, parientes, amigos, compañeros y conocidos, las escenas son nítidas, recordamos lugares, rostros, fisonomías, colores, música, olores, sabores. La representación es mucho más gráfica, con visos de realidad. El retorno a la realidad es mucho más nítido y no sólo se ponen en actividad todos nuestros sentidos, también entran en juego nuestros sentimientos, pena, rabia, amor, afecto; que se entremezclan con lo que pensamos que estamos viendo.

 

Ayer, cuando me avisaron que mi hermana, la gorda, como más la nombrábamos, había partido a la eternidad, primero me invadió una inmensa tristeza. Las lágrimas y los sollozos ocuparon todo mi ser, porque en ese momento afloran todos los recuerdos, desde los primeros, no digo que desde que nació, porque nos llevamos con muy poco tiempo y mi conciencia no almaceno ese recuerdo, pero si desde cuando dio sus primeros pasos, desde sus primeras palabras. Desde muy chica tuvo un carácter fuerte y un lenguaje muy florido, pero pese a eso ella siempre fue muy cariñosa conmigo y las discusiones que alguna vez tuvimos (muy raras veces) duraban simplemente un instante.

 

Ella siempre estaba pendiente de mí y siempre defendiéndome, porque de los tres hermanos; yo era el del carácter más suave, yo no me enojaba ni peleaba a golpes, mi forma de defenderme era llorar y a ella le molestaba eso y me decía: “Mariquita, maricón, echa huevos al cajón”. Con lo cual me producía mucho más llanto. Eso no lo hacía de mala, era una forma de infundirme coraje y quererme obligar a que reaccione de otra manera, a golpes, lo cual nunca lo logró.

 

Todos los recuerdos que guardo de mi hermana, retornaron a mi mente agolpándose como queriendo aparecer todos al mismo tiempo, pero durante todo el día de ayer fui regulando su retorno, de manera que me fui acordando de las diferentes edades. Lástima que la mayoría de mis recuerdos son de mi niñez, hasta que me fui al seminario, porque después fue muy poco lo que compartimos y después de mis 17 años ya son recuerdos muy esporádicos, porque a partir de esa edad ya me separé de mi familia. No tengo en mi memoria el habernos comunicado por carta, porque a ella tampoco le gustaba ese tipo de contacto, pero siempre hablábamos por teléfono y últimamente por celular, no éramos de largas conversaciones, pero nuestro intercambio de palabras era siempre con mucho cariño y nunca exento de palabras groseras, porque ella no podía decir muchas palabras sin decir garabatos.

 

Ahora está en la eternidad gozando de lo que ese lugar brinda y espero que se hubiera juntado con los otros seres queridos que nos precedieron y que desde ese espacio puedan seguir nuestros pasos y observar nuestra vida con mayor nitidez. Lo único que me cabe decir en este momento, es cuanto la quise y en ningún momento me privé de expresárselo con palabras y mucho más con actitudes y con hechos. Siempre la tendré en mi corazón en un lugar preferente.

 

Miguel Aramayo

SCZ.20-10-2017