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Soñar, por lo menos un poquito

25 Jul

Soñar, por lo menos un poquito

La vida puede ser tan linda, no necesariamente tienes que tener avión privado, yate, piscina. Tampoco necesitas un auto de muchos caballos y poco consumo, lo que si es necesario es una buena compañía, pero no es imprescindible que sea una mujer despampanante, puede ser tu mujer, pueden ser tus nietos, o simplemente un libro, lo que si es requerido,  es un reproductor de música, que te provea el ambiente propicio para soñar.

 

Para soñar no necesitas ser colla o ser camba, ser de izquierda o ser de derecha, lo que necesitas es tener una economía modestamente saneada, la conciencia tranquila y saberte seguro. Tener trabajo para poder mantener a tu familia, no sufrir del temor de que te asalten en tu casa o en la calle, si pretendes salir. Que los que te gobiernan cumplan medianamente con sus obligaciones, que si roban no se dejen pillar, pero que no te extorsionen, te atemoricen o te engañen con cuentos y novelitas.

 

Para soñar no es necesario ser rico, los pobres también pueden soñar y algunas veces, por no decir siempre, los sueños de los pobres son más fáciles de alcanzar, porque sueñan con cosas muy simples, sueños que se puedan alcanzar. Además cuando eres pobre y alcanzas esos sueños, sientes tanta felicidad, que dan deseos de seguir soñando y de esa manera la vida de los pobres ofrece más sorpresas y porque no decir más felicidad, o por lo menos, felicidad al alcance de la mano. Sabes que hay gente pobre que sufre y que le cuesta soñar, no porque no tienen bienes materiales, sino porque no tienen capacidad de soñar por lo pobres que son.

 

Algunas veces me pongo a meditar en la existencia humana y observo a esa gente pobre, pero no sólo pobre de bienes, sino pobre de espíritu, tan pobre que ni siquiera tienen la conciencia para darse cuenta la situación en la que están, gente como la gente que denominamos “indígenas”, gente del campo, quechuas y aimaras que viven entre las montañas, en el frío del occidente, con una vida de auto subsistencia, auto suficiencia paupérrima. Que no tienen acceso a nada, que ni siquiera poseen la capacidad de pensar, pensar para poder soñar. Pensar en esa gente me entristece, pero mucho más triste me siento, cuando se que esa es la gente que usan como pretexto los políticos, porque es ella la gente por la cual se inventan luchas, teorías y doctrinas. Pero en verdad son gente, gente por la que nadie lucha, son gente que está en extinción, por tanto uso y manoseo de los políticos de turno.

 

Cuando era muy chico, no recuerdo la cantidad de años que tenía, pero no superaba los diez, ya los observaba, desde ese entonces pienso en ellos y lo único que he podido hacer por ellos, es apartarme de ese pensamiento, que algunas veces como ahora retorna a mí, retorna para atormentarme. Se que Dios los hizo iguales a mi, por lo menos debemos tener la misma composición  genética, la misma cadena de ADN, pero yo tuve la suerte de nacer en la ciudad, de educarme, de tener acceso a la comida, a la salud. Esa gente está camino a la extinción, los que sobreviven y tienen la suerte de emigrar a la periferia, son desculturizados, son engañados y explotados, pero por lo menos ya tienen la posibilidad de soñar y una vez que pueden elaborar sueños, los comienzan a llevar a la practica y eso los hace progresar en términos económicos, en términos materiales, pero también los aleja de sus ancestros, ancestros que están predestinados a desaparecer, o convertirse en miembros de los “movimientos sociales”.

 

Cuando chico he tenido contacto personal con esa gente de mi misma edad y he jugado con ellos, pero guiándolos, porque no tenían capacidad de asociarse y sus padres los apartaban de nosotros hablándoles en su idioma (aymara), nunca supe si por respeto, si por miedo o por odio, porque cuando chicos ríen, con timidez, juegan con vergüenza y casi no hablan, porque no comprendían nuestro lenguaje o terminología empleada, además que los juegos a los que queríamos hacerlos que participasen, eran totalmente nuevos y extraños para ellos.

 

Ahora que escribo esto, han pasado tantos años y tanta agua bajo el puente, que ya lo que digo, me parece un cuento mal contado, pero de esos indígenas que conocí cuando chico, alguno de ellos todavía es mi amigo, pero ahora es profesional y aunque morenito tiene un buen nivel y ningún resentimiento por haber nacido humilde, por haber nacido indio, al contrario pienso que es un honor para ellos y honor para mi el poder conservar esa amistad.

 

Miguel Aramayo.

SCZ. 25-07-2009