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Una visita impensada

14 Sep

Una visita impensada

Estaba en mi departamento en Paris, (mi pequeño departamento de la calle “Rue des Acacias” muy cerca Des Trois Couronnes y el Hotel París, próximo al rio Sena y la torre Eiffel)  donde estoy viviendo desde enero del 2006. En éste mi encierro voluntario, mental, psicológico y de ficción, estoy dedicado a pensar buscando un tema, la trama de algo que me permita desarrollar alguna obra que tenga contenido, que me satisfaga y que sea aceptable para mis amigos y si posible, pueda trascender ese círculo. Para eso constantemente obligo a mi mente, a mi intelecto, a mi memoria, a indagar sobre algo que pudiera escribir. Constantemente hago la intención de adelantar y por diversas circunstancias quedo en el principio, en menos que el prólogo o la introducción, intento escribir sobre viajes, sobre aventuras, sobre amores y nada, incluso hice algunas pruebas sobre erotismo y ciencia ficción. Estoy seguro que en algún momento podré encontrar la punta del ovillo y lanzarme a escribir, por lo menos ya tengo dos intentos, uno casi concluido y otro algo avanzado, pero ambos inéditos. Después de haber dicho tanto, me olvidé de decir que recibí un llamado desde Suiza, era mi amiga.

–Ola buenos días (todo esto en español) y me responden en español.

–Adivina ¿quién soy y cuál el motivo de mi llamada?

Respondo –Una llamada del cielo y para darme buenas noticias, ¿cómo le va?, me alegro de su llamado y estoy seguro que es para decirme que está organizando una nueva vacación.

–No, no es para vacaciones, pero es para pedirte un favor. Puedo alojarme en tu departamento por unos dos o tres días.

–Desde luego, no es necesario que pidas eso como favor, mi casa es tuya y sólo necesitas decir cuando vienes para que te espere en el aeropuerto.

–Prefiero que me esperes en tu departamento, llegaré el próximo miércoles después de las 18:00, puedes esperarme con un buen vino y una picadita de queso y fiambres. Tengo mucho para charlar, estoy un poco deprimida y necesito un apoyo moral.

–Es problema de edad, (sonriendo fuerte) esos males se solucionan fácilmente teniendo la mente y el cuerpo ocupados. Te espero y comenzaré a contar las horas en sentido inverso, para que disminuyendo de número lleguen al punto cero, que será cuando toques el timbre. No saldré toda la tarde esperándote.

Después de despedirme, colgué el teléfono y me puse a pensar que problema podría tener, cuando hablábamos no quise preguntarle, para no forzarla a una respuesta, pero comencé a cavilar, hasta que solito dije, ¡son macanas!, que llegue y me cuente, espero poderla ayudar. Lo que más bien debo hacer es limpiar y ordenar el departamento, llenar la heladera y la despensita, para estar  provisionado para los desayunos y eventualmente una cena y principalmente un buen stock de vinos y unas dos botellitas  de champagne.

La llamada fue el lunes y era en la noche, por lo tanto mis preparativos se iniciaron al día siguiente muy temprano, pero mi impaciencia se hizo notoria, el martes dormí a sobre saltos esperando que llegué el miércoles, el miércoles ya tenía todo completo, incluso compré un expedidor de aromas, que funcione a pilas y que instalé detrás de uno de los sofás de la salita de estar, de manera que sea imperceptible, pero que mantenga un leve aroma de frescura. Como estábamos a fines del mes de agosto, el clima ya era un poquito templado en las noches y revisé la calefacción por si fuera necesario. Compré flores el miércoles al mediodía, rosas de diferentes colores, uno para la salita de estar, otro para el comedor y otro para el baño, todos los ramos en “butucún” (flores en botón). Un ramo era de rosas rojas, las otras rosadas y las ultimas amarillas (rosa mate, de un amarillo bajito). Cambié de sábanas a la cama, pero también alisté sábanas para el sofá, por si se presentaba esa posibilidad, puse toallas limpias en el baño, un juego para dos personas, hice lo mismo en el bañito de visitas, en el que además puse desodorante, lo mismo que en el baño principal. Cuidé de cambiar los pañuelos de papel, el “papel confort” y puse nuevos jaboncillos, procurando que sean finos y de fragancia fuerte, cambié la pasta dental y el enjuague bucal, además de cremas para las manos, para el cuerpo y para limpieza del rostro. Compré chocolates y caramelos finos, que puse en la mesita esquinera del dormitorio y de la salita de estar, desempolvé las pantallas de plasma del dormitorio y de la salita de estar, Limpié el escritorio y ordené el estante de libros. Todo era un primor, no faltaba ningún detalle, todo brillaba y olía a flores, nada tenía ni una arruga, el menaje de cocina, la vajilla, la cristalería y los cubiertos todo bien ordenado en los estantes, los repasadores limpios, los utensilios de limpieza debidamente ordenados y colocados en el lugar respectivo de la despensa, de manera que no descompaginen en lo más mínimo el orden imperante en el departamento. Los marcos con las fotos de familia muy bien acomodados, lo mismo que los adornos y suvenires recibidos de amigos y recuerdos de viajes realizados.

El miércoles me levanté muy temprano y comencé a descontar ya no las horas, sino los minutos, pasado el mediodía, después de dejar el departamento fui a una cafetería a tomar un vaso de leche con unos bocaditos de jamón y queso para reemplazar el almuerzo y poder tener algo en la barriga hasta el final de la tarde, concluido esto caminé hasta una peluquería y me hice la barba con un pequeño masaje y una ligera limpieza de cutis y al regresar al departamento aproximadamente a las 17:00, me di una ducha, me cambié de ropa, Deje todo como estaba entes de la ducha. Puse música clásica, las cuatro estaciones de Vivaldi y algo más de Mozart. Me senté en el escritorio y revisé mi correo, respondiendo todo lo que tenía pendiente, de esa manera calmaba mis nervios, porque ya estábamos sobre la hora.

Sonó el timbre y fueron dos timbrazos, respire hondo para calmar mis nervios, me pase la mano por la frente para despejar de cualquier seña de nerviosismo y con aplomo me dirigía a la puerta, esos cinco o seis pasos que la separaban de mi silla del escritorio. Abrí la puerta sin siquiera observar quien tocaba, Era ella, mi amiga, tenía unas gafas o quizá fueran sus lentes foto cromáticos que estaban algo oscuros, el rostro mostraba una sonrisa con muy poco maquillaje y sus labios estaban de color rosa bajito, con muy poco brillo, nos abrazamos muy fuerte, como si fuera años que no nos veíamos y nos dimos un beso muy delicado, casi imperceptible. Tomé su maleta y la hice pasar, después de cerrar la puerta me abrazó nuevamente y esta vez el beso fue algo más prolongado.

La acompañé hasta el dormitorio para que pueda desempacar y le indiqué donde podía acomodar su ropa en el closet, que ya estaba adecuado para sus prendas que debían estar en percha y las que deberían estar en el cajón, además del espacio para sus zapatos. La hice pasear por el departamento para que haga un reconocimiento completo, me felicitó por el orden y la delicadeza en la decoración, además de la sencillez y elegancia que mostraba cada uno de los ambientes, destacando la fragancia tan fresca y sutil que existía en cada cuarto. La dejé un tiempo a solas en el dormitorio, para que se pusiera cómoda y acomode su maleta. Cuando terminó y la vi nuevamente, le ofrecí algo de tomar y aceptó un agua mineral con gas, serví dos vasos y la invité a sentarse en la salita de estar. Nos sentamos cada uno en un sofá, frente a frente, usamos la mesita del centro para posar los vasos, antes de sentarme puse la música muy bajita, un concierto para violín, era algo casi imperceptible, pero que en momentos de silencio llenaba perfectamente el ambiente.

–Hace tanto que nos conocemos y hemos pasado momentos tan bonitos, que es por ese motivo que recurro a vos, porque últimamente estuve con muchos problemas de depresión y visitando médicos, no he podido salir de esto y leyendo un libro se me quedó un verso:

“Usaré un pétalo de flor como papel”

“Y te escribiré una dulce carta.”

“Eres el sultán de mi corazón,”

“El sultán de mi corazón.”

–Me recuerdo ese versito, pero no recuerdo en cuál de los libros de Khaled Hosseini, Si en su primer libro que es: “Cometas en el cielo”, o el segundo libro que se llama: “Mil soles espléndidos”, por lo visto estamos leyendo lo mismo, desde luego que yo en español y vos en francés. De todas maneras es muy bonito y halagador que piense en mí de esa manera, como tu sultán.

–Cuando veo sus ojos y pienso en usted, estando lejos, me recuerdo de una canción que dice:” Tus ojos verdes, claros, serenos. Ojos que han sido mi inspiración. Aquellos ojos verdes de mirada serena, dejaron en mi alma eterna sed de amar, de anhelos y caricias, de besos y ternuras y todas las dulzuras que sabían brindar, aquellos ojos verdes, serenos como un lago, en cuyas quietas aguas un día me mire, no saben la tristeza que en mi alma han dejado, aquellos ojos verdes…”.

–Veo que se vino con toda la artillería de romanticismo, creo que me voy a quedar chiquito y no podré decir ningún verso, pero es bueno que se exprese de esa manera, primero porque me siento orgulloso de sentir el cariño, el amor que me tiene y segundo porque como hombre me siento orgulloso de poder inspirar en alguien como usted sentimientos que hacen que mi alma se estremezca.

–Le voy a decir la pura verdad, ¡estoy aquí porque sé que usted es mi medicina!. Nunca había pensado que el amor produzca sensaciones tan sublimes, nunca hubiera creído que un beso pueda elevarme tan alto. Que una caricia me pueda producir sensaciones tan extremas, como pensar que pueda perder el sentido, la orientación y hasta la respiración. Cuando uno ama, da la impresión de que el corazón palpita a mayor velocidad, que se te sube la presión, pero sin embargo tu cerebro razona más lento, tus sentidos se sienten como paralizados, pero su percepción es mayor, su calidad se incrementa a niveles que dejan tu alma en suspenso. El estómago se estruja al extremo que no lo sientes y todo tu cuerpo pareciera que disminuye de peso y de volumen, que se hace más etéreo. El amor es algo que nos aproxima a la eternidad, que nos pone más próximos a Dios, que cuando amamos podemos ver abajo y observar las nubes y debajo éstas lo que no es amor, o tiene menor significación que éste.

–Estoy anonadado de escucharte, lo que acabas de decir me ha dejado con la “piel de gallina”, no sólo son palabras que expresan un gran amor, concuerdan con mi manera de pensar, pero superan mi capacidad de expresión, yo también he pensado en usted, con ese gran sentimiento y he tenido oportunidad de leer poesías, en este momento pienso en una, que dice: “Una mujer desnuda y en lo oscuro tiene una claridad que nos alumbra de modo que si…”, es de Mario Benedetti, autor uruguayo. Por otro lado oí un bolero cuya letra canta: “Una mujer, debe ser soñadora, coqueta y ardiente. Debe darse al amor, con frenético ardor, para ser, una mujer…” compuesta por Agustin Lara, que es el nombre por el que se lo conoce, pero que el verdadero nombre es tan largo que hasta acobarda escribirlo completo. También hay una poesía de Federico Garcia Lorca, que me impresiona y que dice: “En las últimas esquinas toqué sus pechos dormidos, y se me abrieron de pronto como ramos de jacintos. El almidón de su enagua me sonaba en el oído, como una pieza de seda rasgada por diez cuchillos. Sin luz de plata en sus copas los árboles han crecido y un horizonte de perros ladra muy lejos del río… Ni nardos ni caracolas tienen el cutis tan fino, ni los cristales con luna relumbran con ese brillo. Sus muslos se me escapaban como peces sorprendidos, la mitad llenos de lumbre, la mitad llenos de frío. Aquella noche corrí el mejor de los caminos, montado en potra de nácar sin bridas y sin estribos…”. Son muchos los hombres y también algunas mujeres que han escrito sobre las mujeres en ese sentido, como la poesía de Sor Juana Ines de la Cruz que dice:” Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis: si con ansia sin igual solicitáis su desdén, ¿por qué queréis que obren bien si las incitáis al mal? Combatís su resistencia, y luego con gravedad decís que fue liviandad lo que hizo la diligencia…” Todo eso lo medité pensando en usted y procuraré describir una mujer, la mujer ideal físicamente de acuerdo a mi capacidad literaria, a mi percepción humana y mi ideal. Pienso que para lograrlo uno debe llegar a un grado de concentración que borre de sus pensamientos todo el entorno que nos rodea y sólo capturar el pensamiento de la mujer y quizá para describirla únicamente se requieran los ojos, el tacto y el  sabor que posee o pienso que posee el alma de cada persona, su alma.

–Usted también está poeta, no pensé que en respuesta me pudiera largar tantas palabras y tan bonitas con tanto sentido, con tanto contenido, por eso digo que tengo razón al pensar que usted es mi médico y más que mi médico, mi medicina, la curación para mi  podre alma atormentada, de sólo escucharlo quedo extasiada y me siento feliz, me siento sana, cosa que ninguna de las charlas con médicos logró ni siquiera mejorarme en lo más mínimo, después de escucharlos, seguía con ese deseo de llorar, con esa desesperación de sentirme vacía, de no encontrar un motivo para seguir viviendo. Se me viene a la mente una canción de armando Manzaneros que dice:” Contigo aprendí que existen nuevas y mejores emociones, contigo aprendí a conocer un mundo nuevo de ilusiones, aprendí que la semana tiene más de siete días, a ser mayores mis contadas alegrías y a ser dichosa yo contigo lo prendí, contigo aprendí a ver la luz del otro lado de la luna, contigo aprendí que tu presencia no la cambio por ninguna, aprendí que puedo un beso ser más dulce y más profundo, que puedo irme mañana mismo de este mundo, las cosas buenas ya contigo las viví y contigo aprendí que yo nací el día en que te conocí.

–Por lo que veo, los dos estamos preparados para contrapunto y estamos con toda nuestra artillería de romanticismo, yo alguna vez escribí un versito que le puse por título El tiempo y la huella y  dice:

Que suerte que el tiempo pase.

Pase y deje la huella que deja el tiempo.

Huella que hace tiempo que sigo y sigo.

Porque por más que el tiempo pase.

La huella se mantiene y acrecienta.

Porque siento el paso del tiempo.

Del tiempo que pasa y deja la huella.

Como todo el tiempo estoy sensible y siempre romántico también tengo algunos pensamientos cortitos que paso a decirlos a continuación:

Sueño con estar en tus brazos, respirar el aire que respiras y subir juntos al cielo, para amarnos eternamente.

No puedo hablarte, pero quiero decirte que te quiero mucho, más allá del cielo, junto a la luna, al sol y cerca de donde viven los Ángeles.

¿Por qué te amo? pese al tiempo transcurrido, Porque pese al tiempo transcurrido, ¡te amo!

Quiero pensar ¿por qué te amo mas?, Te amo mas y ya no quiero pensar ¿por qué?

Pensando decir algo bonito, se pasó lo bonito del tiempo y sólo me sale  decir: ¡Te amo! ¡Te amo mucho!

–Yo también pienso mucho, pero no tengo la facilidad de vos de escribir, frases o versos y para que puedas entender de diré algo compuesto por el mexicano Manzanero: “Te extraño como se extrañan las noches sin estrellas, como se extrañan las mañanas bellas, no estar contigo amor como me hace daño, te extraño cuando camino, cuando lloro, cuando rio, cuando el sol brilla, cuando hace mucho frio, porque te siento como algo muy mío. Te extraño como los arboles extrañan el otoño, en esas noches que no concilio el sueño, no te imaginas amor ¡cómo te extraño!, te extraño en cada paso que siento solitario, cada momento que estoy viviendo a diario, estoy muriendo amor porque te extraño, ¡te extraño…!, cuando la aurora comienza a dar colores, por tus virtudes, por todos tus errores por lo que quieras, no sé, ¡pero te extraño!”.

–Bueno creo que lo que nos está haciendo hablar es el hambre y la sed, porque desde que llegaste lo único que te has servido es un vaso de agua, ¿no te gustaría comer una picadita de quesos y fiambres y tomar un tinto?

–Me gustaría, ¿quieres que te ayude?

–No, no es necesario todo lo tengo a mano, pasemos a la mesa, allí estaremos mas cómodos, pero antes pondré algo de música y ya que estuvimos hablando de boleros, pondré una colección de los Panchos, ¿te gusta?

–¡Desde luego que me gusta!

Comimos, en lugar de una botella nos tomamos dos o algo más, el tiempo pasó sin que nos diéramos cuenta, cuando acordé ya se habían pasado los cien boleros de los Panchos y nosotros seguíamos charlando, pero ya con tanto vino estábamos dando vueltas sobre lo mismo y deteniéndonos a acompañar a los cantores con nuestras voces desentonadas, hasta que decidimos irnos a dormir y dejamos el desorden en la mesa y en los discos y comenzamos a desvestirnos, desde la cocina hasta llegar al dormitorio, dejando un tendal de ropa, pero en el poco de conciencia que nos quedaba entramos al baño y quedamos bajo la ducha, dentro del box por un espacio de tiempo indeterminado, luego salimos y dejamos un desorden de toallas mojadas, peines, cepillos de dientes y cremas abiertas. Estoy seguro que lo ocurrido después fue hermoso, como es todas las veces que estamos juntos, desde que tenemos muy pocos años, de cuando nos conocimos en Estambul, junto al Gran Bazar y en los jardines de la Mezquita Azul y Santa Sophia.

Cuando desperté estábamos desnudos sobre la cama, la misma que era un desorden absoluto, las almohadas repartidas por todas partes, mis ojos siguieron observando en mi entorno y vi el sendero de ropa que comenzando en el borde de la cama continuaba hasta después de la puerta que estaba abierta y que deja ver la luz que dejamos encendida en la salita de estar, en el comedor, la cocina y los baños. Me levanté, me lave la boca y me di una ducha ligera, ordené el baño, recogiendo las toallas y ordenando lo demás, vi que las flores que puse ayer estaban abriéndose los botones y que el color era un amarillo delicado. Me puse calzoncillo, pantalón y una camisa, me quedé descalzo y levantando ropa salí del dormitorio, cerré la puerta porque mi amiga seguía durmiendo y continúe con la limpieza. Cuando todo estaba ordenado, la basura en el basurero y todo lavado y en su lugar en los estantes, puse la mesa para dos desayunos, puse una fuente con algo de fruta, mantequilla, mermelada, leche caliente y agua caliente, tostadas y un revuelto de huevos. Café, té y  chocolate.

Entre al dormitorio y muy suavemente la desperté poniéndole una bata de toalla para que se despierte. Se despertó con una carita medio extraña, ella se dio cuenta de eso y apenas me saludó y pasó al baño. Después de un momento asomó por el comedor ya estaba cambiada, bien peinadita y maquillada muy suavemente, no tenía puestas las gafas y en su rostro no se notaba que hubiera tenido una mala noche, después de todo ya eran más de las 15 horas del día siguiente y el desayuno que nos íbamos a servir, ya era la merienda, porque incluso ya pasó la hora del almuerzo. Se sentó y pidió disculpas, pero aparentemente no se fijó en la hora, porque no tenía puesto el reloj pulsera y en el único ambiente donde tenía un reloj era en el escritorio, pero el mismo era muy chico y no se percibía desde el comedor.

Después de tomar y comer todo lo que teníamos disponible en la mesa, ella retiro todo y se puso a lavar, secar y acomodar todo en su lugar, yo pase al dormitorio, con la intención de ordenar, pero todo ya estaba pulcramente acomodado, no se notaba nada del desastre en el que amanecimos. Lo que me tocó por hacer fue muy poco, casi nada.

Salí del dormitorio y le propuse ir a caminar por la orilla del rio, que estaba muy próximo al departamento, de esta manera podríamos retomar un poco de la conversación de la noche anterior, pero sobre todo tratar de averiguar cuál era la causa de su depresión. Dejamos el departamento y nos encaminamos al rio Sena, llegamos hasta la torre Eiffel y como ambos tenemos vértigo, únicamente la miramos desde abajo, le dimos una vuelta y luego descendimos por las escaleras para ponernos en una de las filas de las embarcaciones que puedes tomar para hacer el paseo. El tiempo era optimo, no hacía calor, tampoco hacia frio, estábamos en mangas de camisa, con zapatos cómodos para caminar y con todo el tiempo del mundo y ninguna obligación por cumplir, habíamos entrado al baño antes de salir y por lo tanto hasta que necesitemos de eso pasaría mucho tiempo, ya eran un poco más de las cinco, pero el sol estaba muy alto, también nos pusimos bloqueador para poder soportarlo y estar mucho tiempo a la intemperie. Subimos a la embarcación y nos dirigimos a la proa del primer piso y en uno de los bancos próximos a estribor nos acomodamos, ella sólo llevaba un bolso muy pequeño y yo las manos a los bolsillos, no teníamos que preocuparnos por fotos ni por nada. La embarcación, que tenía un letrero que decía “vedettes de Paris.com”, mientras embarcábamos, vimos pasar otras embarcaciones similares pero al frente y navegando en sentido contrario, algunas personas levantaban la mano en señal de saludo. Se separó del muelle y se fue aproximando al puente por donde pasamos, pudimos ver los sitios más emblemáticos: la Torre Eiffel, Notre-Dame, el Louvre. Y apreciamos a los lugareños y turistas disfrutando del sol de la brisa, como si estuvieran en una playa en ropa de baño. Muchos enamorados y muchas bicicletas.

Ese paseo nos resultó muy relajante y durante ese trayecto nos mantuvimos en silencio, de vez en cuando un guiño o una caricia, pero algo muy discreto, lo que necesitábamos ambos era la paz interior que nos brindaba el paseo, el ruido de los motores y el ruido del entorno, gritos, carcajadas y el hablar de las personas, el ajetreo de cámaras y celulares sacando fotografías, pero lo nuestro no era un paseo de turismo, era un paseo, por el sólo gusto de distraernos y de alimentar nuestras almas de la paz que brinda Dios a los que se mantienen callados, meditando, repasando acontecimientos y acumulando vivencias.

Terminado ese paseo, regresamos al departamento, entramos cada uno a uno de los baños y después nos pusimos unos sacos, porque la noche es un poquito más fresca y salimos en busca de un lugar donde comer algo ligero. Tomamos una sopa de cebollas y comimos unas pastas al pesto, ya no tomamos vino y en su lugar nos servimos jugo de durazno, unos helados almendrados y unos cafecitos amargos. Nos fuimos caminando hasta un bar, donde nos sentamos a escuchar un piano y un violín que interpretaban música francesa, algo muy relajante. El retorno al departamento lo hicimos caminando a paso lento agarrados de la mano como para no perdernos. En el departamento entramos al baño, primero ella después yo, con el objeto de ducharnos y lavarnos los dientes, luego nos quedamos viendo una película antigua, una con Marcelo Mastroianni y  Sofia Loren, creo que se llamaba “un italiano en Chicago”. No supimos en que tiempo estábamos dormidos y la televisión se apagó automáticamente, porque estaba con el control de tiempo.

Al día siguiente nos despertamos y fue otro día bello, así hasta el domingo que la acompañé al aeropuerto para su retorno a Suiza, ya no tenía signos de depresión y por lo tanto quedamos que cada vez que sienta esos síntomas, se vendría a pasar unos días conmigo, o yo con ella, o los dos nos iríamos de vacaciones a algún lado, después de todo no tenemos obligaciones y podemos hacer lo que se nos plazca, ambos vivimos de nuestras rentas y tenemos el tiempo libre, si hacemos algo de trabajo es porque queremos y porque nos lo piden, pero no como una obligación cotidiana. Precisamente por ese motivo fue que ella se deprimió, por estar mucho tiempo sin nada que hacer.

Miguel Aramayo

SCZ. 14-09-2011